miércoles, 3 de febrero de 2016

Depresión post vacacional - Buscando un pueblito bueno

Depresión post vacacional es poco. No sé qué mosca me ha picado últimamente pero sólo tengo ganas de mudarme a vivir al campo para que los niños crezcan asilvestrados y salvajes, como Heidi y Pedro, con las cabras, y el perro y todo el kit. O como Mowgli, pero sin necesariamente ir en calzoncillos todo el día. Aunque me tira más la montaña que la jungla, para ser sincera. A esa “nueva idea” le uno que ayer volví después de unos días en los Pirineos, y me he vuelto loca de remate con las montañas, los paisajes, la nieve...


Debe ser efecto de la falta de dióxido de nitrógeno en el cerebro; ese que respiramos en cantidades ingentes en Madrid a diario, porque yo siempre he sido de Madrid y de ciudad, más de ciudad que los parquímetros, más de Madrid que la M-30 y sus atascos. Y mírame ahora, que soy carne de cañón de este anuncio de Aquarius, buscándome un pueblito bueno que me adopte, porque me siento huérfana de pueblo. 


Bueno no seamos exagerados, en realidad si tengo pueblo. Es el pueblo de mi abuelo Pedro, y es un pueblito ideal, se llama Barbadillo del Pez, está en Burgos y no censa ni 80 habitantes. Y si no fuera precisamente porque está donde está, a más de 2,30 horas de la capital, ya me habría buscado una casa allí para irme todos los fines de semana. A pasear por el campo, a bañarme en verano en el río Pedroso con su poza según sales del pueblo. Debo parecer una paleta de ciudad, pero para mí, bañarme en ese río que aún en agosto estaba tan frío que te dejaba las piernas moradas, y tirarme en ese tobogán natural que forman las piedras en el cauce, era como viajar a otro mundo. Nada que ver con mi día a día en mi juventud, (que parece otra vida), de lagartija al sol vuelta y vuelta en la piscina y con 40º a la sombra en agosto en Madrid.

Recuerdo haber ido al pueblo unos días en verano varios años, y se disfruta de lo lindo cuando eres pequeño. Y no tan pequeño. Siempre me pareció muy curioso, y sigue sorprendiéndome, que a mi abuelo Pedro le siguieran llamando Pedrito, como cuando era un niño. Y que la gente se salude sin pararse, con un leve levantamiento de cabeza y un sonido algo parecido a “¡Eh!”. Y que no se necesite nada para encontrarse con la gente, porque solo hay un sitio de encuentro, que es el único bar del pueblo, donde se juntan niños (cuando los hay) y viejos.

En fin… no sé si esto se deberá a demasiado oxígeno en el cerebro, como os comentaba antes, o a que la leche que me pegué esquiando en mi segundo día de esquí (segundo día en toda la vida), aparte de trastocarme el coxis (que me duele cosa mala), me ha trastocado el cerebro y ha despertado a la Heidi que había en mí. Sea como fuere, aquí una servidora está abierta a todo tipo de propuestas de casas de pueblo deshabitadas que estén dentro de un radio “practicable” desde Madrid. Único requisito para engatusar convencer a Macho Alfa es que tenga barbacoa, es condición sine qua non. O jardincito, y la barbecue la pone la menda.


¡Feliz miércoles!

1 comentario:

  1. Es que vivir en Madrid es muy estresante ejeje los pueblos no estan nada mal, siempre viene bien cambiar de aires ;) espero que estés mejor de tu caida!
    Besos desde www.alphasdreams.blogspot.com
    Si quieres podemos seguirnos ;) dimelo en mi blog, te espero por alli ;)

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