martes, 25 de octubre de 2016

BerlinDiaries #4: Nos vamos "alemanizando" poco a poco...

Llevamos unas semanas en las que no nos da tiempo a nada. No es que hagamos los niños y yo mucho más allá de nuestras rutinas de paseos por el lago, alimentar a los cisnes y a los patos, que los tenemos a los pobres cebados de tanto pan, ir a la compra, y recados varios por el estilo. El resto es un poco lo de siempre de buscar mil pequeñas actividades para tener a los niños entretenidos. Y entre actividad y actividad, ir buscando huecos para seguir con la búsqueda de kita y de hospital para dar a luz. De momento lo de la kita va evolucionando favorablemente! he conseguido una bilingüe español-alemán, donde me cogen a los dos a la vez, y encima está a una distancia prudencial andando desde casa, con lo cual debería estar llorando de la emoción, pero están en obras por lo que no empezarían hasta enero. Bueno, no queda tanto, podría estar así dos meses más… pero al agotamiento mental y físico que tengo se le añade la preocupación de que no quiero que el choque de meterles en la kita, coincida con la llegada del nuevo miembro de la familia. Igual me estoy preocupando en exceso, pero creo que tanto lo uno como lo otro son eventos suficientemente relevantes como para no juntarlos en el mismo mes, en la medida de lo posible… Así que sigo con la búsqueda, para tener algo de “repuesto” hasta que puedan empezar. ¡Veremos qué encontramos! 

Cambiando de tema, la semana pasada tuve un golpe de suerte que ha dado un giro de 180 grados a nuestras vidas. Estaba en el lago con los niños, que estaban metiéndose en un tronco hueco gigante, y de repente veo a otra madre con dos niños esperando para que los míos salieran y poder meterse ellos. ¡Y de repente oigo que les habla en español! Sonaron trompetas celestiales de fondo y las nubes se abrieron y salió un arcoíris multicolor en el cielo… bueno, no fue así, ¡pero casi!. Inmediatamente nos pusimos a hablar, y terminamos sabiendo que somos vecinas, y que tenemos las mismas rutinas de paseos y alimentar aves, así que ayer por fin los niños tuvieron compañeros de aventuras para ponerse de barro hasta las orejas, que siempre es más ameno en compañía. Yo soy consciente de lo que echo de menos a mis amigos y a mi familia, pero no era consciente hasta qué punto Enzo echaba de menos a los suyos. Es cierto que casi todos los días me lo dice, y se enfurruña un poco cuando le digo que aquí tendremos otros amigos, y que su cole está muy lejos como para seguir yendo, pero ha sido al verle jugar como loco con su nueva amiguita e ignorarme durante varias horas seguidas, cuando he sido consciente de lo que puede llegar a extrañarlo.

Yo echo de menos todo, enormemente, pero gracias al fin de semana que fuimos a España hace quince días, he podido volver con las pilas recargadas para afrontar con mejor humor los meses que me quedan por delante sin poder volver. Ver a los amigos de siempre, a la familia, te da fuerzas como nada. Le empapé el hombro a un par de amigas en una boda (¡a la novia no! menos mal que pude contenerme), pero es que entre las hormonas y esta morriña que tengo, estoy que no me aguanto ni yo! (gracias, chicas). Y es cierto que me estoy “acostumbrando” a mi nueva situación de bimadre 24 horas al día, y lo llevo mucho mejor, no voy a ir ahora de que me paso el día llorando por las esquinas porque no es la verdad. A lo mejor es que como empiezo a ver la luz al final del túnel (aunque haya que esperar hasta enero), me lo tomo con una nueva filosofía.

Y poco a poco nos volvemos más alemanes en esta familia: cenamos a las siete y media de la tarde, nos da igual no tener cortinas en casa y que nos vea todo quisqui desde la calle, (en serio, no entiendo como las persianas no se han extendido al resto de Europa); yo ya respondo cuando me llaman Frau+apellido; compramos yogures en tarrinas de un kilo; y los niños ya tienen sus pantalones de guarreo, que aquí es un must. Os explico, pantalones de pescador de toda la vida, lo que viene siendo un peto impermeable para ponérselo encima de la ropa, hacer la croqueta en el parque lo que les apetezca y volver de mierda barro hasta los dientes sin que pase nada, porque le das un agua a los pantalones y listos para volverse a usar.

En serio, este es el mejor invento del mundo, ¿cómo es que no ha llegado a España?. Los hay en modalidad solo impermeable; otros con un poco de forrito para cuando empieza a hacer fresquete, y los de invierno ya en plan mono de esquí en toda regla. Así no hay excusa para no salir a la calle el típico día tonto que piensas, “uf, si es que el parque va a estar hecho un barrizal…pero los niños se están subiendo por las paredes…”. Esto reafirma la teoría de mi amiga Elvira de que no hay mal tiempo, sino ropa inadecuada.

De momento estas son nuestras andanzas por aquí, adaptándonos poco a poco a nuestra nueva vida. De mi reinvención como mujer “a la berlinesa” no hablo porque tengo asumido que se va a retrasar sin fecha fija de comienzo, pero todo llegará, sólo tengo que seguir dosificando mi paciencia hasta entonces (póngasele tono irónico a esta última frase).


¡Feliz martes!

4 comentarios:

  1. Me pido esos pantalones ya. Esto es un nicho de mercado sin explorar aquí en España, lo veo claramente.
    Me alegro de leer buenas noticias tuyas. Sólo falta que encuentres guarde pronto y la vida te sonreirá del todo.

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    1. Muchas gracias guapa! desde luego son la bomba! Aquí en la guardería a parte del baby y las típicas mudas para dejar allí, tienes que llevar dos pares de katiuskas y dos pares de pantalones de estos, según la temporada. Lo mejor para los niños es que pueden disfrutar de salir a la calle haga el tiempo que haga, lo mejor para las madres es que no tienen que poner doscientas lavadoras a la semana con toda la ropa embarrada. Éxito asegurado! ;-) Besazos!

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  2. Voy a empezar a buscar unos de esos para el año que viene. Viva el ponerse de barro hasta las orejas.

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    1. Creo que voy a empezar a plantearme seriamente lo de exportarlos ante el éxito que están teniendo! jeje. Besitos!

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