lunes, 13 de marzo de 2017

BerlinDiaries #5: Y llegó la pequeña berlinesa!

Llevo más de un mes y medio para escribir esta entrada. Y sí, ya se que la excusa de “es que no tengo tiempo”, no cuela, simplemente tengo otras preferencias vitales, como dormir en este caso. La verdad es que no me puedo quejar, Vera es una bendita y duerme bastante bien por las noches para tener dos meses, pero aún así yo me voy arrastrando por la vida. Los niños me tenían “demasiado bien acostumbrada” durmiendo  del tirón toda la noche y ahora zasca!

Bromas a parte, quería contaros como nos había ido desde la última entrada y la mayor novedad desde entonces es que la pequeña berlinesa nació el 14 de enero! Después de mi terror de que la niña llegara antes de tiempo sin nadie de la familia aquí, lo que hubiera supuesto 1) que hubiéramos tenido que dejar a los niños con los vecinos alemanes; o 2) que yo me hubiese tenido que ir a parir sola, resulta que la niña no sólo no se adelantó sino que llegado su día, no había ningún atisbo de que aquello progresara. El día 12 de enero mi ginecóloga me dijo que la niña estaba todavía muy arriba y que la cosa tenía pinta de ir para largo, y yo salía de cuentas al día siguiente, así que teniendo en cuenta que mis suegros llevaban ya varios días aquí a la espera del nacimiento, que no les quedaban más uñas que morderse, y que se iban en otros pocos días, no podía arriesgarme a que se marcharan sin que hubiera nacido, y comencé oficialmente mi entrenamiento para el parto, o lo que cariñosamente llamo “entrenamiento Bootcamp”. Si, como los militares, desde que en mi primer embarazo mi amiga Ainhoa, creadora de esta técnica revolucionaria, me lo enseñase. Y ¿en qué consiste?, pues en andar, pero en andar, ANDAR, o sea, andar en el punto en que andar deja de ser “andar” para empezar a ser “correr”. Como se suele decir, andar a un ritmo que no te permita casi ni tener una conversación con tu compañera de fatigas. Dicho y hecho, ese mismo jueves empecé con 5 km por la tarde, al día siguiente fui a recoger a Macho Alfa al trabajo y en total hice otros 10 km, 5 de ellos acompañada por él en solidaridad conmigo. Y el sábado hice otros 7,5. Y como en los otros dos embarazos, funcionó de maravilla. Empecé con contracciones a las dos de la tarde y a las cinco y cuarto lloraba sin poder ni querer contener la emoción al tener a Vera encima de mi pecho por fin.

El momento parto me daba un poco de miedo terror, no por el parto en sí, sino porque me tocase un médico, enfermera, etc que no hablase ni papa de inglés; que hablasen español me hubiera parecido un milagro… pero por suerte la matrona que nos tocó se defendía más o menos y fue todo amor con nosotros. Fue totalmente diferente a España, para empezar porque llegué y me metieron en una habitación donde había una especie de cama grande y una bañera con unas cintas colgando del techo en plan el circo del sol, así que interpreté que podía dar a luz en la cama, en el agua, o ¿colgada de alguna manera?. Tampoco nos íbamos a poner a innovar en ese momento… pero ni rastro de chismes para poner los pies y no poder moverte de postura, ni rastro de material quirúrgico… quizá muchas que me leáis hayáis tenido partos así, o en sitios así, pero para mi era toda una novedad.

Al llegar lo primero que le dije, para que no tuviéramos malos entendidos, fue, -Hola estoy de parto, y quiero una anestesia epidural, por favor-, con la cara un poco compungida y una contracción que me partía en dos la cintura. Y la matrona me miró raro, y me dijo, “¿Pero estás segura?”, -Ya empezamos a tocar las narices con el tema- pensé yo. “Es que puede retrasar mucho el parto”, continuó ella. Yo con una sonrisa y ya sin contracción le dije muy amablemente, que prefería un parto indoloro de quince horas que uno “a pelo” de tres. Como vio que no era alemana, debió pensar, “ésta no nos lo aguanta”, y por fin fue a llamar a la anestesista. La dosis que me pusieron fue lo suficientemente baja como para que pudiera sentir y mover las piernas pero perfecta para quitarme el dolor, que era todo mi propósito. Así que Vera llegó al mundo en poco más de tres horas para hacer a su madre la persona más feliz del mundo en el momento en que me la pusieron encima y me medió miró con esa mirada de topillo de los bebés que en realidad ni ven, pero intuyen, oyen y huelen que su madre está ahí.

Y qué olor tenía, el olor de los bebés es algo indescriptible, y le dan a una ganas de pasarse las horas muertas oliéndole la coronilla a la personita recién nacida, y sin darnos cuenta se va desvaneciendo poco a poco… deberían venderlo en botellas.

Y desde que ha llegado a esta familia de locos, nuestra rutina,  que nos había costado sudor y lágrimas establecer, por suerte no se ha visto demasiado afectada. Los niños están en la kita encantados, y súper adaptados, aprendiendo sin darse cuenta cada día más palabras de alemán. Temo seriamente el día en que me empiecen a hablar en alemán a mi, aunque por otro lado igual así ellos mismos me enseñan… Adoran profundamente a su hermana, y me ayudan un montón con ella. Maya le intenta poner el chupete cada vez que abre la boca, la pobre se lo sujeta contra la boca hasta que Vera deja de forcejear con la lengua y lo coge. Debe pensar, “con lo tozuda que es mi hermana, mejor me dejo el chupete y ya lo escupiré cuando se de la vuelta”. Y qué razón tiene! Cuando a la rubia se le pone algo entre ceja y ceja… Y Enzo, cada vez que Vera protesta o hace un amago de echarse a llorar me dice –Mami Vera está protestando-, aunque yo misma esté al lado de Vera, por si acaso estoy en la inopia y no me doy cuenta, imagino. Muy atentos ellos.

Yo por mi parte voy haciendo pequeños avances con el alemán gracias a un par de aplicaciones del móvil, que es más o menos lo único que puedo hacer dado que me paso unas 12 horas al día amamantando a la lechona (así se está poniendo la tía). Así que poco a poco voy tomando contacto con el idioma y perdiéndole el miedo.

Y después de casi siete meses aquí podemos decir que tenemos ya nuestra vida más o menos hecha, incluso con una reducida pero intensa vida social. Al final poco a poco, las cosas se van colocando en su sitio.

Prometo retomar el blog poco a poco, aunque sea a base de escribir como lo estoy haciendo ahora, con Vera dormida en su hamaquita-balancín mientras la meneo con la pierna como si estuviera cosiendo en una máquina antigua. Las agujetas que voy a tener cuando termine, bien valen haber podido publicar una nueva entrada.

¡Feliz lunes! 

3 comentarios:

  1. Es una preciosidad y tú estás siendo una jabata, Bravo!!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias guapa! a veces me siento más un "trapillo de persona" que una jabata, pero vamos sobreviviendo, que es de lo que se trata. Como decía el vídeo ese de las dos madres locas en el coche, (que me troncho cada vez que lo veo), lo importante es que los estoy manteniendo con vida jajajajaja. Muchos besos!

      Eliminar
  2. El olor de los bebés es genial. Una mezcla a masa de pan y... algo indescriptible y adictivo. Yo ahora me arrepiento de no haberme quedado con un body sin lavar metido en un frasco. Imagino que se le iría el olor en seguida... ahí te lo dejo como idea.

    Enhorabuena por la lechona y por el super-parto políglota.

    ResponderEliminar