Hoy he participado en el blog de Casiopea Primeros Pasos, donde cada viernes una mamá cuenta su experiencia con sus hijos, sus impresiones a cerca de la maternidad, o cualquier cosa que le apetezca compartir relacionada con el tema. Si a alguna le apetece escribirlas para contar vuestra experiencia, estarán más que encantada de publicaros en su sección de Mamás Colaboradoras de los viernes. Os dejo con lo que yo he escrito:
Creo que la mejor forma de empezar a
hablar de mi maternidad es dejaros aquí la definición de hijo por José
Saramago, porque como podéis leer, lo explica a la perfección:
“Hijo
es un ser que nos prestaron para un curso intensivo de cómo amar a alguien más
que a nosotros mismos, de cómo cambiar nuestros peores defectos para darles los
mejores ejemplos y de nosotros aprender a tener coraje.
Sí,
¡es eso!
Ser
padre o madre es el mayor acto de coraje que alguien puede tener, porque es
exponerse a todo tipo de dolor, principalmente de la incertidumbre de estar
actuando correctamente y del miedo de perder algo tan amado.
¿Perder?
¿cómo?
No
es nuestro, ¿recuerdan?
Fue
apenas un “préstamo”.
Cierto,
pero es un préstamo que llega a convertirse en el don más preciado que jamás
llegamos a tener en el efímero tiempo que dure el empréstito.
Un
préstamo por el que damos la vida, sabiendo que hay que devolverlo.
Un
préstamo sin intereses pero cuyo cuidado lleva implícito ¡el más alto
sacrificio y la defensa más sólida!
Cuida
tu préstamo, muchos lo querrán, otros lo odiaran,
¡Sin
embargo para ti no tiene precio!”
Tengo dos hijos preciosos, Enzo y Maya.
Entre los dos no suman los 4 años. Y aun siendo tan pequeños, es increíble cómo
pueden sacar lo mejor de mí, y provocar ese sentimiento de amor absoluto que me
sobrepasa muchas veces. Tan grande que no sabes cómo explicarlo con palabras,
porque llega a ser casi tangible, cuando nunca les das un beso que sea lo
suficientemente grande, o un abrazo lo suficientemente fuerte como para
expresar lo que sientes por ellos. En esta entrada del blog escribía
hace tiempo que a veces tenía que contenerme porque les quiero tanto que a
veces temo aplastarles entre los brazos de puro amor.
Y ser padre o madre es el mayor acto de
coraje, porque si les pasa algo, tú te mueres. Sin más.
Parece que hoy estoy muy tremendista, debe
ser por la falta de sueño, que ser madre también implica dormir menos, (mucho
menos). Y que te despierten en mitad de la noche encendiéndote la luz, y tú que
no puedes ni abrir los ojos y no sabes ni dónde estás, y te digan con las
zapatillas en la mano -¿Vamos a jugar al salón, mami?-. Y duras penas atinas
para ver el móvil de tu mesilla y descubrir que son las cinco de la mañana.
Genial, para cuando se duerma, tú te habrás desvelado lo suficiente como para
no volver a dormirte, así que va a ser un laaaargo día.
También es renunciar a muchas cosas que
antes dabas por garantizadas, cosas aparentemente sencillas como ir al baño tú
sola y no tener dos mini espectadores sentados delante de ti, uno de ellos
diciendo “mami, ¿qué estás haciendo?” tres o cuatro veces en el transcurso de
una micción, y la otra porque aún no habla, que si no… ahí, los tres, en amor y
compañía, en el baño de dos metros cuadrados.
O el placer de leer un libro en un tiempo
normal. Ahora, el día que soy capaz de leerme dos páginas del libro de turno y
se me saltan las lágrimas de la emoción, y teniendo en cuenta que me estoy
leyendo el último ladrillo de Ken Follet, igual lo acabo dentro de 5 años.
Podría poner más cosas, pero parecería que
hay más malo que bueno, y nada más lejos de la realidad. Me mata no dormir, si,
lo llevo fatal, me pone de una mala leche tremenda; pero lo compensa cien mil
veces levantarme e ir a despertar a Maya, cogerla después de que se estire en
la cuna a sus anchas y tenerla abrazada un minuto, (se abraza como un pequeño
koala) con la cara hundida en su minicuello respirando su olor a bebé. Se me
olvida que llego tarde a la oficina. Se me olvida el sueño y se me olvida el mundo.
Y ver como Enzo crece y aprende y habla
como una cotorra, y va siendo personita poco a poco me hace babear a litros. Me
hace recobrar la ilusión por las pequeñas cosas, cuando le veo emocionado
perdido sin poder contenerse con el hecho de ver un caballo en la calle, o un
avión que nos sobrevuela. O una grúa, o un tractor. Cualquier cosa. E intento
aprender de él cada día a recobrar ese sentimiento perdido en algún momento de
la adultez.
Cada edad tiene sus cosas, y aunque me da
una pena tremenda que crezcan, a su vez verles crecer me enorgullece y me
alimenta como nada en este mundo.
Para mí, entre otras muchas cosas, esto es
la maternidad.
Y ahora si, ¡feliz viernes!
Wow Nata, que bonito!! Enhorabuena por tus retoños y por lo que te hacen sentir!! Ah! Y, por supuesto, por tu blog! ;-)
ResponderEliminarMil gracias Marti! por pasarte y dejar un comentario, que ya se que lo tuyo no es el tiempo libre precisamente... Un besito! ;-)
Eliminar¡Qué bonito, Natalia!! La verdad es que cada vez que leo esa cita de Saramago, se me saltan las lágrimas, ¡Es taaaaaan bonita! Y tan cierta!!!
ResponderEliminarEs cierto que muchas veces parece que hablamos de lo malo de la maternidad (falta de sueño, rabietas...) quizá porque es más tangible que explicar el amor infinito que te desborda cada vez que ves a tu hija (en mi caso)sonreir. Pero desde luego, eso es lo que hace el ser madre (o padre) lo que es: algo increiblemente hermoso! Besos!
Gracias Almu! la verdad es que podríamos decir mil cosas más! pero mira que somos lelos no? siempre tendemos a compartir lo malo... cuando lo bueno es infinitamente más y mejor.
EliminarBesos hasta el domingo!!