viernes, 11 de diciembre de 2015

Un día para olvidar

Hoy ha sido el típico día de locos que ha empezado demasiado pronto y en el que todos los astros se han alineado para que yo ahora mismo me encuentre derrengada en el sofá, con un hambre que me comería una vaca rellena de pollos, y los pollos a su vez, rellenos de lo que fuera. Me encanta esta expresión desde el día en que alguien me la dijo hace tantos años que parece que fue en otra vida. 

El caso es que en este momento me hallo muerta de agotamiento y sola, así que he decidido volcar mi asco de día aquí, que para eso es mi "quejario" particular. Bueno, no todo ha sido malo, he de decir que pese al agotamiento me he reído mucho con las ocurrencias de los enanos, (aunque también me hayan sacado mucho de quicio). 

Como decía, hemos empezado muy pronto, a las seis y media pasadas ya estábamos en pie, después de haber dormido bien, salvo por una interrupción menor, de una hora entre la una y las dos, con vomitona de Maya incluida. Lo de interrupción menor era irónico, por si no ha quedado claro. Ayer cuando la recogí de la "guarde" me dijeron que había vomitado, y di fe de ello cuando tras recoger a Enzo, y según la siento en su sillita en el coche, echa todo lo que le quedaba en su rechoncho cuerpecito, como si no hubiera un mañana, con tanta puntería que ni a posta, en toda la tapicería del coche, y entre los huecos de los enganches de los cinturones de seguridad. Yo no se en vuestros coches, pero en el mío ahí hay un agujero negro por donde se cuelan todo tipo de objetos, restos de comida, y desde ayer, también restos de merienda de papilla de frutas. Una delicia, como os podréis imaginar. 

Vuelvo a esta mañana, que voy por los cerros de Úbeda. El caso es que me disponía a llevarla al médico, porque alguien me dijo una vez en un tono muy tétrico, que gastroenteritis con fiebre, igual a mal asunto; y yo, cual madre primeriza hipocondríaca, a las ocho de la mañana ya estaba en el médico para que me dijeran lo que ya sabíamos. Dieta normal, (dentro del sentido común de no plantarle unas lentejas a una niña de menos de dos años con gastroenteritis), mucha hidratación, y pá casa. 

Por suerte mi hermano se podía quedar con ella, porque a mi ya me parecía un "cantazo" escribir a mi jefe para quedarme en casa otro día más por no poder llevar a los niños a cole por enfermedad, si no del uno, de la otra. Total que a las diez de la mañana ya estaba sentada en mi sitio estresada perdida, con unas ojeras de oso panda y sudando como un pollo de tanto ajetreo entre el médico, colocar a la niña, y llegar a la oficina. 

La tarde ha sido mucho más light, ¡dónde va a parar! Como ayer la operación "hacer la compra" se vio salpicada, literalmente, por la cuarta vomitona de Maya en el día, la pospusimos para hoy, y en pleno Mercadona, a mitad de la recolección de los productos, me suelta la mona, -CACCAAA-. Os pongo en situación, Maya está aprendiendo a hablar, así que dice pocas cosas, como "mamá", "papá", "guauguau, "agua" y poco más. Bueno, y "caca", lo dice con una nitidez pasmosa. Así que allí se ha parado con su cesta con ruedas que ella lleva a modo de carro, me ha soltado la perlita, y se ha puesto en posición de embarazada en plenas contracciones, a hacer sus cositas, bajo la mirada del resto de las personas que estaban como nosotros haciendo su compra. Por si a mi no me había quedado claro qué era lo que hacía, entre empujoncito y empujoncito me miraba muy seria y me repetía -CACCAAA-. Yo he esperado pacientemente hasta que ha terminado, ha vuelto a coger su carro y hemos seguido hasta que después de pagar hemos podido salir al baño, (bendito sea el que pensó en poner baños en el Mercadona), y aquí se ha armado la marimorena. No voy a entrar en más detalles, os podéis hacer a la idea con que os diga que he tenido que cambiarle hasta los calcetines. 

El resto de la tarde en casa se ha desarrollado con relativa calma entre Mickey Mouse, el baño y la cena, hasta que ha llegado la hora de irse a dormir, y para acostarlos a los dos a la vez, he acabado intentando explicarle a mi hijo de tres años, por qué mamá no se podía desdoblar en dos para poder quedarme con los dos a la vez mientras se dormían en habitaciones separadas. Al pobre más que convencerle le he debido aburrir y se ha quedado dormidito en dos minutos, esperando a que volviera a verle después de dormir a Maya. 

Todo esto sin macho alfa, claro, si no la menda no se encontraría en este estado de abandono. Él estaba en su comida de navidad con la empresa. Pero es que estas cosas suelen pasar, cuando sólo está uno de los dos, sin el backup del otro 50% del equipo. Los niños lo saben, lo huelen, así que sólo queda una, y es mantener los nervios muy fríos y be water my friend porque si no te transmutas en la loca de los gatos y corres el riesgo de que se te presenten los señores de los asuntos sociales en casa. Ha sido el típico día en el que de haber llegado él a su hora habitual, le hubiera abierto la puerta con los brazos abiertos de par en par, y le hubiera dicho, mira, estos son tus hijos, los que están sentaditos cenando, te los dejo, que yo me voy a trotar un poco, (a lo que hago últimamente no se le puede llamar correr ni de lejos), vuelvo en una hora. Yo también te quiero! sayonara! Pero no ha podido ser, c´est la vie!

La verdad es que desde que estoy en modo Zen llevo mucho mejor estas cosas, lo que no quita para que me dejen agotada física y mentalmente, pero el "durante" no me estresa tanto como antes.

Pero no me enrollo más, que estoy agotada y solo quiero arrastrarme a la cama y dejarme morir allí hasta que mañana toquen diana a las 8 de la mañana. 

¡Buenas noches!


lunes, 16 de noviembre de 2015

Be Human and pray por Humanity

Pray for Paris. Es la frase que se ve en tantos perfiles de Facebook, con la foto de la persona tamizada con un filtro con los colores de la bandera francesa. Símbolos de la paz mezclados con la silueta de la Torre Eiffel proliferan por las redes sociales. Y todos queremos solidarizarnos con los franceses, que el pasado viernes sufrieron el peor atentado terrorista de su historia. No nos quedamos impasibles ante el dolor y la muerte de personas inocentes, nos reivindicamos, a nuestra manera, que es cambiando el estatus del Facebook, o escribiendo esta reflexión. Después de todo no podemos hacer mucho más desde nuestras acomodadas vidas, ¿no?, quiero decir, no vas a enrolarte en el ejército para irte a luchar al frente contra unos u otros salvajes.

Pero la cuestión es, ¿quién reza por el resto de gente que se muere y no sale en las noticias? Nos revuelve la conciencia un hecho devastador como es este, igual que nos la revolvió en su día la foto del niño refugiado tirado en la arena. Y entonces todo el mundo se volcó con los refugiados, pero nadie se pregunta cuántos niños más seguían y siguen muriendo cada día; cuántas personas más siguen muriendo en ataques bomba suicidas o no suicidas en mercados, en escuelas, en universidades… y todo ¿por qué?, ¿por religión?
Que cada uno crea en lo que le de la real gana, y deje en paz al prójimo. Se supone que la libertad de uno termina donde empieza la libertad del otro, pues déjame a mí que crea en lo que me salga de las narices, igual que a mí me da igual que tú vayas a misa los domingos, que reces 5 veces al día mirando a la Meca, o que no enciendas la televisión los sábados, porque tu dios te dice que es pecado. Mientras no pretendas que yo haga lo mismo, poco me importa. Yo no creo en ningún dios, porque no puedo imaginarme un ser superior que permita las atrocidades de las que no queremos ni si quiera oír hablar. 

Por supuesto, no vamos a ser tan ingenuos como para no saber con qué aderezo va esta salsa, que agitada pero no revuelta con motivos políticos y económicos, nos da el coctel molotov que es nuestro mundo hoy en día. Qué pena. Le dan ganas a una de irse de ermitaña a vivir a un pueblo perdido en el culo del mundo. Tiene una miedo de traer hijos a este mundo de mierda.

Me vais a perdonar que me haya levantado con esta reflexión tan gris hoy, pero es que da miedo como funcionamos las personas, cuánto más avanzamos en unas cosas, más bárbaros nos volvemos en otras. Tenemos smartphones, tablets, coches que conducen casi solos, y por otro lado padecemos una absurda cruzada creada por los intereses económicos  y políticos de quienes se hacen llamar gobernantes y representantes del pueblo. Qué falacia. Y no hace falta irnos a conflictos a tan gran escala, sólo hace falta echar un ojo al periódico para ver noticias a cuál más trágica de mujeres esclavizadas sexualmente, o que mueren a manos de las personas que decían amarlas, hijos que mueren a manos de sus padres, animales que mueren a manos de las personas, que se supone deberían cuidarlos. ¿Personas?. La primera definición según la Rae de la palabra Persona es: "Individuo de la especie humana", y es irónico que buscando "humanity" en imágenes de Google, gran parte de las imágenes sean dantescas. 


En fin, que me gusta eso de Pray for Paris, pero me gusta más esta otra frase que he visto de Be Human and Pray for Humanity. Recemos, o pidamos, o pensemos, o esperemos, que la humanidad que parece que brilla por su ausencia, vuelva pronto para quedarse.


Pray for Paris. Is one of the sentences posted these past days on Facebook, with people´s profile picture covered by a French flag. Peace symbols mixed with the Eiffel Tower silhouette proliferate through the social media. And all of us want to support the French people, which last Friday 13th suffered the worst terrorist attack on their history. We won’t stay impassible at the suffering and death of innocent people. We claim, on our own ways that are changing our Facebook status, or writing this small reflection.  What can we do after all? Living comfortably our accommodate life; I mean, we are not going to join the army and go to fight against one or another crazy and savage group, aren´t we?

But the question is, who´s going to pray for the rest of the people that die and does not appear on the news? We are moved by terrible events, same as we were moved by that picture of that kid lying on the sand of that beach. Everybody started to care and try to help the refugees back then. But today no one ask themselves how many more kids are dying every day; how many people still die on terrorist attacks in markets, schools, universities… and why?, because of religion?

Everyone should be free to believe in whatever they want, and leave the fellow man to believe what he wants as well. My freedom ends where your freedom begins, so let me live my life believing what I wish, the same way as I don´t care if you go to mass on Sundays, pray 5 times a day looking at the Mecca, or don´t turn on your TV on Sundays because your God tell that is a sin. I don´t care about it, as long as you don’t want me to necessarily do the same.  

I am not a religious person; I cannot imagine any superior being allowing so much suffering to his beloved sons.

We are not so naive to ignore this cocktail is shaken and stirred with political and economic interests, which gives us the bomb ready to explode that is our world nowadays. What a pity. I feel like running away to live in the mountains on the smallest town away of the civilization.  I fear to bring children to this world of crap.    

Sorry about this grey thinking of today, but I am frightened every time I think about how we people act; the farther we go with some things, the more barbarian we go with the others.
We try to find water on Mars, and we can´t give potable water to every human on Earth. We use smartphones, tables, intelligent cars that drive by their own, and in the other hand we suffer a senseless crusade, created by the authorities and politicians and representative of the people. What a fallacy. And we don´t need to go that far as to a global scale conflict, we just have to give a look to the newspaper to see sexual abused and slaved women, or those who die by the hands of the people who said that they loved them; kids killed by their own parents; or animals killed by the people who were supposed to take care of them. People means a group of persons, and person is supposed to be a human being; how ironic is that when you google “humanity”, the images on the first page of the results are beyond awful.

So to end this post, I would like to say I like that of “Pray for Paris”, but I like better this other one, “Pray for Humanity”. So let´s pray, or ask for, or think of, or wait for the humanity that we are lacking so much, comes back anytime soon to stay for good. 
  

viernes, 13 de noviembre de 2015

Planes con niños - Visita al castillo de los Mendoza

El pasado finde disfrutamos en Madrid de un día extra de descanso, (¿descanso?), con la fiesta de la Almudena, que cayó en lunes. Así que como los que somos padres de niños pequeños, madrugamos igual que si fuera lunes o miércoles, nos ha cundido el fin de semana largo lo que no está escrito!

Hago una pausa aquí para que alguien me explique la razón por la que a los niños hay que arrancarlos de la cama a las 8 menos cuarto de la mañana entre semana, y no hay manera de que abran el ojo, y lloran y remolonean como si los estuvieras despertando a las 5 de la mañana a toque de corneta; y los sábados y domingos a las 7 están como clavos al pie de la cama, y más despiertos que George Clooney en el rodaje de un anuncio de Nespresso, (What else?), reclamando actividad, actividad, actividad… y tú echando cálculos mentales de si en algún momento de la noche has conseguido hacer un solo ciclo de sueño completo… - La respuesta es no, deja de calcular-.

En fin, como os decía, el finde largo ha dado para mucho, y con un tiempazo que invitaba a tirarse a la calle, no hemos querido ser menos, así que hoy os dejo con el plan que hicimos uno de los días, apto para hacer con o sin niños: visita al castillo de los Mendoza, en Manzanares el Real, a un paso de Madrid. Para comer, cocido madrileño de tomapanymoja, y para terminar paseo por el embalse de Santillana.


A la llegada a Manzanares el Real podéis dejar el coche en uno de los aparcamientos gratuitos que quedan a la izquierda de la carretera si llegas desde Madrid por la carretera de Colmenar. De ahí al castillo son 5 minutos andando. 

El castillo de los Mendoza es un castillo-fortaleza del siglo XV. Y es uno de los mejor conservados de España. La verdad es que está totalmente enfocado a las visitas, que son a determinadas horas y tienen una duración aproximadamente de una hora. Eso sí, tened en cuenta estos horarios, porque hasta que no llega la hora, no se puede acceder al interior del castillo, y si vais con peques, os podéis imaginar lo que puede suponer ese rato de espera con la excitación que les produce estar en un castillo de verdad, con princesas y dragones y todas las cosas que pasan por sus cabecitas pensantes, y la frustración de estar en la puerta y no poder entrar… no lo recomiendo. Otra cosa a tener en cuenta si vais con niños pequeños, es que dejéis el carro en el guardarropa que hay en la propia taquilla. El castillo tiene múltiples tramos de escaleras, así como una escalera de caracol bastante estrecha, para este último tramo hay un ascensor alternativo, pero igualmente para el resto, los peques casi mejor en mochila o a pata.

Las vistas del embalse desde el castillo son espectaculares.


Para comer, a escasos 5 minutos desde el castillo, fuimos a Casa Marga.  Una taberna de toda la vida donde preparan el cocido de forma tradicional, en puchero de barro. 
Riquísimo. Eso sí, hay que reservar previamente. Y no comer el día de antes, porque las cantidades son tremendas.


Para bajar el cocido, (y los postres caseros que por supuesto cayeron después), nos dimos una vuelta por el embalse de Santillana. Los niños se lo pasaron de miedo tirando tierra y piedras al embalse. La orilla donde estuvimos, con el nivel tan bajo, era lo más parecido a una playa sin olas, así que no había peligro, más que de chapuzón.  Yo también me lo pasé de miedo (pero miedo del de verdad), temiendo que cualquiera de ellos se nos fuera de cabeza al agua con el ímpetu con el que tiraban las piedras. Enzo podría perfectamente ser piedrolari. 




En resumen, ¡un día redondo! ¡Feliz viernes! 







miércoles, 14 de octubre de 2015

Cómo sobrevivir a las rabietas sin morir en el intento

Mi pequeño se hace mayor. Acaba de cumplir tres años y ya está en su “primera adolescencia”, y lo mismo está tan gracioso y ocurrente que te lo comes a besos y abrazos, que se le tuerce el cable y mejor te vas de la habitación porque te dan ganas de no sé ni de qué.

Ya sé que es la edad, que a todos les pasa, que es normal, bla bla bla. Pero es agotador. Es agotador estar todo el santo día con esa doble psicología de hacer todo de tal manera que le des la vuelta a la tortilla para que se le olvide que se ha enfadado por literalmente cualquier cosa. Es agotador que cuando le da el punto, su respuesta es NO! Para TODO, incluso cuando quiere decir SI!. Se vuelve un pequeño personaje bipolar que no tiene muy claro lo que quiere, y manifiesta su enfado en tonos de soprano y abriendo la boca como un buzón.  

Por lo general todo esto no me afecta demasiado, ya sea en el súper mercado, en la calle, en la puerta del colegio, me da lo mismo que me monte el pollo y a estas alturas del partido me afectan poco o nada las miradas ajenas, especialmente las de reproche que parecen decirme “mírala, menuda madre, que deja que su hijo llore sin parar”. Solo me quedo con las de complicidad, las de las madres que te dicen con los ojos “a mí me ha pasado lo mismito esta mañana porque quería la camiseta roja y yo le iba a poner la azul”.

Pues sí, le dejo llorar, le dejo llorar lo que le dé la gana cuando se enfada en la puerta de su clase y hacemos el camino hasta el coche aparcado en doble fila a 25 metros, yo con Maya en brazos para que no se me escape corriendo, (doy el dato de que pesa 12 kilos), y Enzo tirándome de la chaqueta y gritando como si le estuvieran matando. Y le dejo llorar porque después de intentar convencerle de que esa sudadera de H&M igual que la suya, no es la suya, sino de otro niño de la clase, (porque los 27 parecen usar las mismas sudaderas); pero que estoy segura de que no es la suya porque esta es tan pequeña que le queda como una torera con manga francesa, y que por toda respuesta tenga un NO, NO, NO, NO, NOOOOOO! cada vez más en bucle, la paciencia tiene un límite, y mis explicaciones le entran por un oído y le salen por el otro, así que no me queda más remedio que hacer como si todo fuera normal, y continuar con la rutina.
En este caso fue llegar al coche, sentarse en su silla y ver su coche de Rayo McQueen en el asiento y pasársele el mosqueo en dos segundos.

El otro día probé a hacer lo de ese famoso anuncio, de patatas fritas creo que era, en el que en previsión de pollo inminente, la madre contraataca montándole el pollo al niño en pleno súper mercado y tirándose al suelo a patalear. Sin duda la mejor defensa es un buen ataque. Yo no me vi con narices de tirarme al suelo del colegio el otro día, pero un par de días después sí que me tiré al suelo de casa y me puse a imitarle. Primero se quedó a cuadros, y luego se empezó a reír de mí directamente. Bueno, en ese momento logré mi objetivo que era evitar el pollo y cenar en relativa calma. Otras veces no me salgo con la mía y acabamos entrando en barrena, pero parece que poco a poco lo vamos llevando mejor.

Después de ir el año pasado a unas charlas de lo más interesantes de Escuela de Padres, me aprendí muy bien la lección de “las rabietas” y parece que hay dos cosas bastante claras respecto al tema, una es que hay que pasarlas. Aprender a gestionar la frustración que les produce a los niños los distintos “contratiempos” que se les presentan en el camino es algo vital. Otra es que durante las rabietas, no se puede educar, por mucho que te empeñes en explicarle que no se grita, que no se piden las cosas así, el durante no es el tiempo adecuado para hacerlo. Después, con calma, lo que quieras.

Y a su vez hay dos vertientes bastante divergentes respecto al tema de cómo abordarlas, (me refiero cuando ya han entrado en barrena y la “táctica de la distracción” no ha dado el resultado esperado). Una es intentar contenerle a base de abrazos, besos, palabras tranquilas, etc, hasta que el tiempo pase y se tranquilice y su cerebro vuelva a hacer “click” y termine la pataleta. Otra es dar espacio, poner distancia de por medio asegurando que allí estaremos cuando se le pase el enfado, que mamá le espera en el salón o donde sea para cuando él ya no esté disgustado.

En mi caso la primera nunca me ha funcionado, y en parte lo encuentro lógico. Si yo me enfadase con una persona porque me ha hecho algo, me parecería bien que viniera y me pidiera perdón o que me hablara un momento en tono conciliador, y luego ya, cuando se me pasase mi mosqueo, ya iría yo a que me dieran besos y abrazos, si me apeteciese. Pero me molestaría enormemente que me atosigaran de esa forma mientras estuviera enfadada. Estoy enfadada y quiero estar sola, punto, fin de la historia. Pues a Enzo le pasa un poco eso, de hecho nos dice que nos vayamos de su habitación él mismo cuando se enfada mucho.

¿Mi consejo? como siempre digo, cada niño es un mundo y cada madre o padre lo gestionamos lo mejor que podemos en cada situación. Lo que a mi me funciona con Enzo igual es lo contrario que me funcionará con Maya, que también apunta maneras... sobre todo, calma, porque si ya de por sí es complicado con el niño perdiendo los papeles, imaginaos el cuadro si todos acabáis igual. Y me parafraseo a mi misma más arriba, "hay que pasar por ello, es la edad, a todos les pasa, bla bla bla"... quedaros con la calma, (en la medida de lo sano y posible). 

Para mí lo importante es que vamos mejorando. Él poco a poco va siendo más capaz de explicar sus enfados, de decirnos como os comentaba, que quiere estar solo; que se ha enfadado por eso, o por lo otro, o decirte incluso que “es que se ha puesto un poco nervioso”. Y poco a poco es más fácil lidiar con ellas, porque al menos sabes de dónde viene el enfado.

En fin… que para mí está siendo todo un ejercicio de paciencia y mano izquierda, que a veces no sabía ni que podía llegar a tener; para los que dicen no sé muy bien basándose en qué, que yo me exalto con facilidad, JA! no me habéis visto lidiando con mi hijo, soy una balsita de aceite, (la mayoría de las veces). Por no decir que mis dotes diplomáticas están mejorando a pasos agigantados.


¿Y vosotros?, ¿cómo gestionáis las rabietas? ¡Feliz miércoles!

viernes, 25 de septiembre de 2015

Refugiados

Llevo varios días dándole vueltas a este post, no es un post gracioso, no es un post simpaticón, para leer en cinco minutos rápidos, y a medida que escribo sigo sin tener muy claro cómo abordarlo, sin saber cómo volcar todo esto que llevo dentro desde que hace tres semanas se me partiera el corazón al ver la foto, esa dichosa foto, que no pienso poner aquí, porque todos sabemos de qué foto hablo. Un niño en la playa, que no está haciendo un castillo, no está bañándose en el mar, o corriendo para que las olas no lo alcancen. Esa foto.

He visto esa foto tres veces. Las tres veces he llorado visualizando a mis hijos en esa situación. A moco tendido, cada vez más que la vez anterior, sin saber qué hacer ni como parar de llorar. Con una sensación de pena y de injusticia que me reconcome y con la que no sé muy bien como convivir. 

Personas contadas por cientos de miles que intentan salir de un país porque lo único que les queda, que es su vida, corre peligro. Leí declaraciones de algún insensato diciendo que el padre de la criatura había sido avaricioso y por eso su hijo estaba muerto en esa playa. Valiente mamarracho. Dudo mucho que la avaricia me llevara a meter a mis hijos de tres años en una barcaza atestada para cruzar un mar sin chalecos salvavidas, sin nada más que el miedo a que me matasen lo que más quiero en esta vida.

Oigo opiniones dispares, gente que quiere ayudar pero que no quiere que de repente haya 50.000 personas más intentando conseguir un trabajo con lo poco que hay ya en España. Otros dicen abiertamente que vienen a robarnos el trabajo. Como si fueran a quitarte a ti de tu puesto de trabajo de una patada en el culo para dárselo a un refugiado según entrase por la frontera. Quizá es así, quizá aquí ya “somos muchos”, pero por un momento sólo, si somos capaces de ponernos en su pellejo, si somos capaces de atisbar lo que debe ser el horror cuando lo tienes delante, no me digáis que no correríais con lo puesto y pondríais tierra, mar o lo que sea de por medio. Imaginad que en el siguiente país os reciben con alambradas de espinos, como si fueseis criminales; con gases lacrimógenos y disparos de pelotas de goma, como si fueseis unos vándalos liándola parda en alguna manifestación. Y tú con tu bebé de cinco días que ha nacido en una barcaza que ha tenido suerte y ha llegado a tierra. O con tus niños en brazos andando durante kilómetros para llegar al siguiente país.

Quizá como madre ver esta cruda realidad me afecta más, al fin y al cabo la guerra lleva ya varios años y parece que nos acordamos todos ahora de los refugiados Sirios. Puede ser, el caso es que algo ha hecho “click” por fin en nuestras cabezas. Aunque el detonante haya sido esa foto dantesca que ahora todos tenemos grabada a fuego.
Como decía un chaval en un video que ha dado la vuelta al mundo, “Yo no quiero estar aquí, lo que quiero es que acaben la guerra para poder volver a mi país”. Por supuesto todo empieza por acabar esa maldita guerra que como muchas otras ya dura demasiado tiempo. Y aquí es cuando nos damos de boca contra los putos intereses políticos y económicos de los jefes del mundo. Que injusto. Menudo mundo de mierda es a veces éste en el que vivimos.

Por suerte cuando algo nos da una hostia de realidad tan grande, también saca lo mejor de nosotros, nuestra solidaridad y empatía más inmensas. Parece que lo peor de unos seres humanos hace aflorar lo mejor de otros. Qué ironía.

El caso es que surgen movimientos de ayuda, apoyo, iniciativas solidarias para recaudar fondos, y demás, para que esa gente que está yendo de un lado a otro, tenga unas condiciones un poco menos duras al llegar al siguiente campamento, o a la siguiente estación de tren, o al país que lo acoja. O medicamentos en una ciudad donde se destruye lo destruido cada día, o simplemente mantas para no morir de frío.

En este caso os hablo de varias iniciativas que me han encantado.

La primera es En tu Piel, llevada a cabo por El Club de las Malasmadres, que junto con Cenas Adivina y El Taller de las Cosas Bonitas, han creado el primer reto #entupielRefugiado para ayudar a los refugiados de Siria. La cita es el día 3 de octubre en Grey Elephant, Madrid, con talleres infantiles, charlas y un mercadillo benéfico (donde además de caer en alguna tentación, puedes donar aquella chaqueta que te compraste y que aún cuelga en una percha en el fondo de tu armario con la etiqueta puesta). Todo lo recaudado irá a CEAR (Comisión Española de Ayuda al Refugiado). Puedes comprar tu entrada a través de la página TicketeaY si no puedes venir puedes hacer tu pequeña colaboración comprando tu entrada en fila cero. Aquí os dejo el programa para el evento. 


La segunda es a través de La Casa de Carlota, un estudio de diseño genial donde los haya, en cuya tienda sus productos sirven para ayudar a muchos, entre ellos a los refugiados, a través de esta camiseta con la Bandera de los Refugiados, del proyecto Citizen Refugees Project, con la colaboración de Save the Children. 


Por otro lado, ilustradores varios se han puesto también manos a la obra (de arte) para traernos distintas láminas cuyos beneficios también irán destinados a los refugiados. Esta de Hermano Gato (10€), o esta otra descargable de El Perro de Papel (5 €) son preciosas. 

  
Y por último esta iniciativa me ha parecido muy curiosa, La Manta de la Vida, que cuenta ya con más de 2.000 personas que tejen voluntariamente mantas para enviar a Siria de cara al invierno.

Me despido con la definición de “Refugiado” según la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados: 

"Una persona que, debido a un miedo fundado de ser perseguido por razones de raza, religión, nacionalidad, membresía de un grupo social o de opinión política en particular, se encuentra fuera de su país de nacimiento y es incapaz, o, debido a tal miedo, no está dispuesto a servirse de la protección de aquel país; o de quien, por no tener nacionalidad y estar fuera del país de su antigua residencia habitual como resultado de tales eventos, es incapaz, debido a tal miedo, de estar dispuesto a volver a éste".

Resumiendo en tres palabras, personas con miedo. Ayudémoslas. Porque por suerte cada aportación, ayuda, por muy insignificante que la creamos.

Granito a granito se hace una montaña.

¡Feliz viernes! 

lunes, 7 de septiembre de 2015

¡Bienvenido frío!, sayonara pantalones tanga.

La última entrada era bienvenido septiembre, y esta es bienvenido el frío. Bienvenido el mal tiempo, y el aire, y la lluvia, y la bajada de temperaturas.
No penséis que me he vuelto loca, no me apetece nada esta mierda de tiempo que está haciendo estos días, que parece que el otoño ha entrado de repente, sin avisar, de un día para otro, y no nos ha dado ni tiempo de sacar las cosas de manga larga. Que acuesto a los niños y me paso media noche en vela pensando si tendrán un poco de frío y les pongo la mantita de entretiempo, o si de repente tendrán un poco de calor y voy y se la quito. O si les acuesto con pijama de manga larga, o de manga corta y con mantita… ¡Qué dilema cada noche!, mañana mismo me voy a comprar pijamas de franela, por si refresca un poco más.

Estamos en esta maravillosa época del año en la que te cruzas por la calle con gente que va con chaqueta, otra que va en tirantes… y sales por la mañana de casa con un bolso con el que parece que te vas a hacer el Camino de Santiago, con todos los “por si acasos” para sobrevivir al día fuera, que nunca sabes con qué temperatura te va a sorprender el día.  

Yo por mi parte estoy feliz, porque tengo todas mis esperanzas puestas en que este frío termine con la vena de los pantalones tanga, o las bragas vaqueras, podéis llamarlo como mejor os parezca. No pongáis cara rara, que todos los habéis visto, seguro que habéis visto incluso más de lo que os hubiera gustado ver, porque algunas lo llevan tan mínimo que podrían ir al ginecólogo sin necesidad de quitárselo. Me imagino la escena,  -Pase, quítese la ropa de cintura para abajo y puede dejarlo en la banqueta de la esquina. Ah no, si son esos pantalones no hace falta que se los quite-. 

Vamos a ver… en verano, hace calor, y todos vamos más ligeritos de ropa; los pantalones cortos en todas sus tonalidades o texturas son la prenda estrella del verano desde hace ya varias temporadas. Pero yo no hablo de los pantalones cortos en general, hablo de los pantalones culeros, ¡por el amor de Dior!, ¡que tengo bragas que tapan más que muchos de ellos! ¿Me estaré haciendo una viejuna y por eso me escandalizo de estas cosas?, puede ser… aquí varios ejemplos de que se pueden llevar perfectamente "para todos los públicos", más o menos cortos o desgastados, o incluso con los bolsillos fuera. Ofrecen muchísimas posibilidades. De lo otro no voy a poner ejemplos porque me da vergüenza ajena. 



La semana pasada de vacaciones en la costa hubo un concierto en la playa, y hordas de jóvenes venían por el paseo como borreguitos a la llamada del Dj de turno. Yo por mi parte, no salía de mi asombro al ver que el 98% de la muchachada femenina vestía los pantalones en cuestión. Unas más “recatadas” los llevaban hasta casi el muslo, o sea, su medida más o menos normal. Otras nos deleitaban con medio cachete del culo. Daba igual la talla, unas delgadas, otras menos delgadas; parece que la forma de tu cuerpo es indiferente, da igual que algo te siente bien, mejor, o como el culo, valga la redundancia. Y dónde quedó aquello de la compensación, es decir, o enseñas mucho por arriba o mucho por abajo, pero no las dos a la vez, porque no se trata de salir de gogó en el próximo video de Pitbull, ya tu sabes. Pero debe ser que todo esto de la compensación que os cuento es de otra época.  

En cierto punto lo entiendo, todas lo hemos hecho en algún momento de nuestra vida. Recuerdo una vez que nos compramos un pintalabios negro para la fiesta de Halloween del colegio, allá por el pleistoceno, y ya pasada la fecha de la celebración, me empeñé en salir a la calle con él plantado en los labios. Por supuesto, estaba ridícula, pero en ese momento yo pensaba que era lo más. Y ahora resulta que 20 años después se llevan los labios casi negros al más puro estilo gótico. Así que yo era toda una visionaria de mi tiempo, y yo sin saberlo…

El caso es, que el hecho de que yo fuera hecha un esperpento con los labios negros, no implicaba agredir visualmente a las personas a mi alrededor, enseñando más de lo que nadie quiere ver. A riesgo de parecer una mojigata a mi edad, una cosa es ir insinuando un poco más de la cuenta, y otra es correr el riesgo de contraer cualquier enfermedad venérea cada vez que plantan el culo en cualquier sitio.

Así que estoy encantada con el frío, porque quiero pensar que si siguen usando esta maravillosa prenda, al menos lo harán con medias tupidas debajo… o quizá irán con el culo y las piernas moradas del frío… (Y una cistitis de regalo). Habrá que esperar un poco para ver cómo se desarrolla esto. Entre tanto yo rezo a todos los dioses conocidos y por conocer, para que se extinga esta moda de las bragas vaqueras y no vuelvan nunca jamás. Al menos no con Maya en edad de elegir su propia ropa… porque si se le pasa por la cabeza querer llevar semejante despropósito, aquí dejo por escrito y os pongo a todos por testigos de que no va a salir de casa sin que su madre, o sea yo, le haya medido el largo de los pantalones, y los considere pantalones, y no ropa interior.


¡Feliz lunes! 

martes, 1 de septiembre de 2015

¡Bienvenido septiembre!

Uno de septiembre. Empieza la vida después de la buena vida, la de las vacaciones, la de dormir dos y tres horas de siestas todos los días, la de disfrutar del sol, los paseos junto al mar, la comida rica y sin prisas, vivir sin la necesidad de comprobar el reloj para ver si los niños se tienen que acostar, que mañana tienen cole; y leer, y no me refiero a leer dos páginas quedándome medio dormida, sino LEER. ¡Un libro en una semana!, que para muchos puede sonar a chiste, pero para mí es inaudito con los enanos, y realmente lo echaba de menos… ¿qué os voy a contar que no sepáis?

Reconozco que una parte de mi desearía eso a todas horas. Otra, teniendo en cuenta la realidad de que no vivo en la costa, sino en Madrid, me dice bien clarito –Oye, tú, deja de flipar, que sabes perfectamente que si vivieras ociosamente metida en casa con los niños 24 horas al día, te volverías cucu en una semana-. Y tiene toda la razón del mundo. Porque las vacaciones son eso, vacaciones. Las disfrutas y las exprimes al máximo porque sabes que son finitas, y cortas. Pero una servidora necesita volver a su rutina, con horarios, con conversaciones adultas, al menos unas horas al día; y con la prole metida en la cama a las 8 de la tarde para tener un ratito  (corto), de vida marital. Ya estamos de vuelta, ¡bienvenido septiembre! Esa rutina de la que tanto me quejaba en mi anterior post, (aquí). ¡Si es que una no sabe ni lo que quiere!

Los últimos quince días, aparte de lo que os comentaba en el primer párrafo, han dado para mucho, sobre todo mucho pensar. Siento dejaros con la miel en los labios, pero hasta aquí puedo leer, o mejor dicho, escribir. El resto, próximamente.

Lo que sí puedo contaros es la sensación de satisfacción con la que estoy desde hace una semana, cuando di ese primer paso hacia el emprendimiento. Una toma de contacto que me sirvió para centrar las ideas que yo tenía apelotonadas en mi cabeza, organizarme, y coger toneladas de fuerzas y energía para seguir avanzando. He leído muchos blogs y artículos de gente que habla de su nueva vida después de emprender; de su empresa, de su proyecto, con el cariño con el que una madre habla de sus hijos, y me he dado cuenta de que yo misma hablo de ello sintiéndolo así, porque en cierta medida esto es como un hijo más, nace de ti, se gesta dentro de ti, y tú le ayudas a desarrollarse y a crecer. De momento falta mucho para eso, digamos que aún estoy de unas pocas semanas, por seguir con el símil. Pero la ilusión es igualmente inmensa.

Así que empezamos septiembre con las pilas cargadas, con esta carrerilla que he cogido que me hace sentirme imparable, y con esta foto de las vacaciones. Como no, la playa.



¡Feliz martes! 

jueves, 6 de agosto de 2015

I can do it!

Llevo unos días, semanas, (¿meses?), un tanto desmotivada. A parte de estar física y mentalmente agotada, soy un quiero y no puedo en persona. Tengo tantas ideas desde hace tanto tiempo dando vueltas en la cabeza, que al final se han hecho un lío y ya no saben por dónde salir. Y eso se traslada a mi día a día. Un día detrás de otro, lo mismo, la misma rutina “cómoda”, (al menos esa es la sensación que da), de trabajo, casa, niños, dormir lo que me dejen, (que suele ser poco), y trabajo otra vez. Y vuelta a empezar.

Sí, ya sé que me quejo pero no hago nada para cambiarlo. Pienso mucho en cambiarlo, -¿eso no cuenta?-. No, porque sólo supone un desgaste energético y una frustración al no verse materializado nunca el cambio.

Vaya dramaqueen me he levantado hoy. Pero es que estoy harta de no aplicarme mis propios consejos. Si este melodrama me lo soltara cualquier amiga, en especial mi mejor amigo, le soltaría mi charla energética y motivadora, (pero muy, muy machacona), de qué y cómo hacer para salir del agujero, tirar para arriba, ver la luz, y dar el salto mortal del cambio. Pero la situación es justo a la inversa. Y “por suerte” a él le tengo a 2.000 km, así que no me puede dar la brasa al respecto.

Además supongo que estoy un poco más meditativa porque llevo una semana de “aislamiento social”, con Enzo malo y con fiebre, tratando de estar a cubierto para que la temperatura se le mantuviera un poco más a raya con el aire acondicionado y no en la calle con esta pelona*. Sinceramente, demasiados días de poner el termómetro a todas horas y apuntar constantemente temperaturas en una libreta que voy a quemar dentro de poco; demasiadas horas de ver la tele más de lo que me gustaría; (a veces me sorprendo tarareando la maldita musiquita de La Casa de Mickey Mouse, mira que es pegadiza la jodía). En definitiva, demasiado pa´mi body. Me cuesta admitir esto porque siempre he sido “antitele”, pero es que un ratito de paz le viene bien a cualquiera. Me he "relajado" tanto que incluso he pasado del -Enzo, ¡en la cama de mamá y papá no se salta!-, al -cariño, salta con cuidado, mejor salta en el centro de la cama para no caerte-, mientras colocaba en un lado el quitamiedos de viaje, y parapetaba con almohadas las mesillas de noche; (si se caen, al menos que lo hagan en blando).

Y gracias a esto he podido disfrutar incluso de alguna hora suelta de paz; entendiendo por paz estar tirada en la cama con Enzo saltando y haciendo volteretas entre mis piernas, y Maya con una ristra de pulseras y collares que no volveré a usar jamás porque ahora mismo son un amasijo inseparable. Yo mientras, muy tranquila leyéndome el último Elle que me dio por comprar en un momento de osadía y rebelión. Así me las gasto. He de decir que no pasé de la editorial. Preferí aprovechar y llamar a dos amigas, ¡y hasta pude hablar con ellas!. Bueno a la segunda la tuve que colgar a los 5 minutos porque Enzo y Maya empezaron una trifulca por la posesión de un autobús de Playmobil, y la paz no dio para más. En cualquier caso me sentí tan bien por haber sido capaz de hacer todas esas cosas que nunca hago, que solo por eso creo que merecerá la pena tener que cambiar el colchón antes de tiempo.   

Hoy Enzo ya está mejor, y de nuevo en “su cole”, así que poco a poco volveremos todos a nuestra rutina-sweet-rutina sin el termómetro a cuestas.

Yo por mi parte me he puesto un tope: octubre es mi meta, o mejor dicho, mi punto de salida, para empezar a dar pasitos hacia adelante e ir materializando ideas. Voy a necesitar todas las energías del mundo. Así que a los que me rodean, familia, amigos, os doy aquí por escrito permiso para que me azucéis si me duermo en los laureles, si me pongo en plan vago y si me echo para atrás. Y para que me echéis la charla-rapapolvo energética-motivadora que yo misma os habría echado a vosotros, que en algunos casos, nos viene muy bien nuestra propia medicina. I me voy a tomar esta foto como mi nuevo mantra, "We Can Do It". Como la campaña de Obama, "Yes We Can" o en mi caso "Yes I can, yes I can, yes I can..." hasta que lo repita tantas veces que no tenga sentido. Y sobre todo, hasta que lo interiorice hasta el tuétano y me lo crea, y entonces no me de miedo dar el salto. I Can Do It!!

¡Feliz jueves! 

*Pelona: del "Diccionario de Carmen", aka mi santa madre. Véase: mucho calor, tiempo caluroso. Úsese: "a las tres de la tarde no se puede salir a la calle, que hace una pelona..."

miércoles, 15 de julio de 2015

Los niños de los vecinos.

Vivo felizmente en una comunidad de vecinos, una cualquiera igual que las demás docenas de comunidades de vecinos de mi barrio. Todas con varios portales en un recinto cerrado con zonas comunes, parquecito para peques, y piscina. Portero 24 horas que hace las veces de pastor para que no se escape ningún niño-cabra descarriado. Y muchos vecinos. Y niños. Millones de niños. Eso está muy bien, los niños son bien, los niños son el futuro y todo eso. Pero los niños deberían estar a horas prudenciales en sus casas, porque yo también tengo dos niños, que necesitan dormir, y esto se vuelve un problema todas las santas noches gracias a los gritos de los que ahora que están de vacaciones y sin madrugar y se tiran jugando hasta las once y media de la noche debajo de las ventanas de mi casa.  

Entiendo que tienen que jugar, entiendo que son niños. Soy una persona bastante razonable (a pesar de lo que muchos piensan). Pero ayer ya no pude más, y después de estar con Enzo en la cama media hora intentando que se durmiera, oyendo la pregunta – Mami, ¿y qué es ese ruido?-, y yo, -nada, cariño, alguien abajo que está dando golpes-. 30 segundos después; - mami, ¿ese ruido que es?-. Entre tanto yo pensaba qué leches estaban haciendo los niños arrastrando algo parecido a un cubo y jugando a que fuera un tambor. A las diez de la noche. ¡Con lo zen que había vuelto yo de mis minivacaciones! Sinceramente, en invierno y con las ventanas cerradas, me daría igual, pero con 35 grados que hacía anoche en Madrid a esa hora, cerrar las ventanas me parece inhumano. Así que de repente algo se apoderó de mí, ¡a tomar por culo el estado Zen!, abrí la persiana hecha un basilisco y en cuanto en dos microsegundos  visualicé a la niña con el cubo-tambor, le grité desde mi tercer piso: -¡Perdona!, ¿podemos dejar ya el tambor?, ¡¡que son las diez de la noche!!-. Y se hizo el silencio.


La niña del cubo-tambor se quedó ojiplática, el resto de los niños en la finca se quedaron ojipláticos, el portero-pastor en su garita giró el cuello, me visualizó con mis pintas camisetadetirantesquevaldríaparalimpiarcristales, pantalóncortoindescriptible y moñodeestarporcasa y se quedó ojiplático, (no sé si por el grito que pegué, por las pintas, o por la suma de las dos); y Enzo en su cama se quedó ojiplático también. Ojiplático pero dormido a los cinco minutos, gracias al silencio.

Al poco estaba contándole la proeza realizada a machoalfa cuando de repente oigo el puñetero tambor otra vez. Y ya fue la repanocha. Me fui a la habitación, me puse lo primero que pillé y bajé a la calle.


Al verme llegar los niños debieron pensar que estaban ante la presencia de la loca de los gatos o algo así, (debió ser su espíritu el que se apoderó de mí para decidirme a bajar). Muy calmadamente les dije que de quién era ese cubo, (que aparentemente no tenía dueño), que por favor no hicieran tanto ruido con él a estas horas porque aunque ellos no tuvieran cole y pudieran “trasnochar” en verano, había niños más pequeños que tenían que acostarse antes, y que con tanto ruido no se podía. Que entendía que corrieran y gritaran para jugar (aunque esto último realmente no lo entiendo a partir de algunas horas, ¡que jueguen a las cartas!), pero que no se podía hacer ruidos como golpes o similares. Creo que los dejé acojonaos, ya no tanto de miedo sino de sorpresa.

El otro día una amiga de otro portal me decía que al bajar la basura había encontrado a dos chavales en el cuarto de basuras fumando porros. Y me da qué pensar varias cosas, empezando porque estos chavales tienen muy pocas luces porque el cuarto de basuras mide 4 m2 y apesta a basura, obviamente. ¡Hombre! iros a un parque como se ha hecho toda la vida del señor...  Mi amiga les dijo que por favor se salieran fuera, que ese no era sitio de estar ahí fumando, a lo que se fueron murmurando; al cuarto de basuras del siguiente portal, imagino…

Este grupito de chavales más mayores, me deleita cada noche con sus comentarios en partidas de pinpon, (también tengo la suerte de tener la maldita mesa de pinpon dentro de mi área acústica), del tipo, -¡Buuuaaahh chaval, ha sido punto, te jo***!-. A lo que otro responde lindezas tal que. -¡ni de coña tío, me vas a comer la po***!. ¿Qué idílico no?, menos mal que para entonces los niños ya están dormidos. Como un día Enzo me pregunte - Mamá, ¿qué es ese ruido?, y mamá, ¿qué es po**? -. La que se va a quedar ojiplática voy a ser yo.

Y es que realmente, y ya no me refiero a estos niños y chavales en concreto, sino a los niños y chavales “de ahora” en general, no están acostumbrados a que alguien más allá de sus padres o familia directa (y a veces ni eso), les reprima por una mala conducta, algo inapropiado, o poco cívico; y eso, es un problema social. Porque antes, ni se te pasaba por la cabeza, (hablo de lo de los porros, claro), hacer semejante cosa en un radio inferior a 10 km de tu casa. Si tu padre se enteraba, (aplica a padre o madre), te colgaba. Si un vecino te veía, no sólo te iba a echar una bronca (y con bronca me refiero desde bronca a simplemente llamar la atención sobre un comportamiento que todos sabemos que no está bien), como si fuera tu padre, sino que después iba a decírselo a tu padre, y tu padre te iba a echar la bronca también. Y por último, si el portero-pastor te veía, te iba a echar la bronca y por supuesto se lo iba a decir a tu padre, quien iba a echarte de nuevo la bronca. Sea como sea, tu padre/madre se enteraba y a ti te caía una charla. 
Antes la sociedad en bloque tenía claro que ciertas cosas estaba claro que estaban bien, y otras no tan bien, y se llamaba la atención sobre ello. No niego que muchas medidas fueran cuestionables, tampoco se trata de vivir en una sociedad permanentemente con miedo a que alguien nos “eche la peta”, pero al menos existía esa llamada de atención.

Ahora no. Ahora tenemos suerte si el vecino en cuestión, como mi amiga, les comenta algo a los chavales, en lugar de pasar un segundo al cuartito, soltar sus bolsas en sus cubos con cierto nerviosismo, y salir pitando de allí como si no hubiera pasado nada. De hecho el portero la semana pasada llamó la atención a los niños-ruidosos y al parecer uno de los padres (los cuales nunca están a la vista, por cierto), le llamó la atención a él después por haberlo hecho...

Si, ya sé que yo también tengo hijos y que mis hijos algo malo harán porque no serán santos. Bueno, de momento son pequeños, y la mayor “fechoría” de Enzo ha sido hacer pis en un árbol de las zonas comunes, porque estamos con la operación pañal y aún no llegamos al baño todas las veces que nos gustaría, y por ello, tanto machoalfa como yo le explicamos que eso no se hace ahí, que hay que hacerlo en el baño, etc., y desde luego no me importaría que otro vecino le explicase lo mismo. Siempre que sea con educación y el tono adecuado, de mí no va a salir nunca un “usted no es quien para regañar a mis hijos”.

Y aprovecho para hacer un llamamiento, si algún vecino en un futuro, ve a mis hijos fumando porros en el cuarto de basuras, por favor, díganmelo, porque entonces serán ellos los que que se la van a ver con la loca de los gatos. Enzo, Maya, avisados estáis. 

Bueno, y con esto, ¡ya me he desahogado por hoy! Ya puedo volver a mi estado Zen.


¡Feliz miércoles! 

lunes, 13 de julio de 2015

Porque reivindicar NO ES QUEJARSE, #CONCILIA13F


Desde ayer estoy nerviosa por este “movimiento” en las redes sociales, #CONCILIA13F, no paro de reenviar este post del Club de las Malasmadres, al cual estoy muy orgullosa de pertenecer, a amigas, amigos, familiares, y todo aquel susceptible de tener algún pequeño con un nombre que poner en este cartel que parece que está dando la vuelta al mundo, ya sea su hijo, su sobrino, el hijo de su vecina… todo para la luchar por “la conciliación”.  - ¿Qué cartel?, ¿y de qué dices que va?, ¿conciliación?, ah! Pero yo no tengo hijos! No tengo que conciliar… -. Bueno, igual no tienes hijos ahora, pero sí en un futuro, o igual no, pero tienes una hermana que llega con la lengua fuera a recoger a tu sobrin@ a la salida del cole, o una amiga, o nadie con hij@s en tu entorno, pero tienes un horario por turnos que te tiene carcomido, una semana trabajando de mañana, la siguiente de noche, la siguiente de tarde, y así es imposible apuntarte al curso de inglés, o de bailes de salón, o de macramé que llevas toda tu vida queriendo hacer.

Porque la CONCILIACIÓN no es solo cosa de madres que quieren trabajar menos y ver más a sus hijos, la conciliación es cosa de TODOS.

Ante todo he de dejar claro que en lo que respecta a lo laboral, yo concilio estupendamente. Llego arrastrándome a mi trabajo del sueño que tengo cada mañana, pero concilio, porque no me pusieron objeción alguna cuando solicité la reducción de jornada por el cuidado de mi primer hijo, ni problemas para elegir mi horario laboral, etc. Mi reducción ha sido mínima respecto a horas efectivas de trabajo, y por lo tanto, equivalentemente mínima respecto a sueldo, (factor que hace impensable reducirse el horario a mucha gente, por desgracia).

Aún recuerdo la cara de mi jefe cuando solicité la reducción de jornada, en mi oficina, fui la primera persona en ser madre y pedir una reducción, así que esto era nuevo tanto para mí como para él. Y la conversación fue algo como esto:

- Hola jefe, quería comentarte que me gustaría solicitar la reducción de jornada una vez me incorpore de nuevo, después de la baja maternal…
- Eh, ah, sí, claro, claro, y, reducción, ¿con qué horario?
- Pues, bueno, con salir a las 15:30 tendría tiempo de ir a buscarle a “la guarde”, así que yo creo que sería suficiente. (Teniendo en cuenta que antes salía a las 19, es decir, jornada reducida e intensiva).
- Ah, bueno, claro, no hay problema, ¿y durante cuántos meses?

Aquí mi cara fue tal cual el emoticono de los ojos abiertos como platos. Hice un rapidísimo cálculo mental de 12 meses x 12 años del hijo menor x 3 hijos que quiero tener, es decir el tercero lo tendré dentro de mínimo 6 años… a groso modo me salen 216 meses… mantuve la compostura, y me limité a un escueto: - Bueno, no había pensado un tiempo concreto, pero entiendo que no va a ser cuestión de sólo unos meses, no me gustaría ver al niño solo a partir de las siete de la tarde…

Ahí quedó la cosa y dos años y medio después yo sigo feliz con mi jornada reducida, y por ello agradezco la comprensión de mi empresa, porque jamás he tenido problema alguno cuando he tenido que salir corriendo a por los niños porque me han llamado de la “guarde” porque tenían fiebre, y todo lo que he tenido al día siguiente ha sido interés por su estado y frases como “no se preocupe, la familia es lo primero”, en este sentido soy afortunada, no me cansaré de decirlo.

Pero no es menos cierto que cada día que me he tenido que quedar en casa porque cualquiera de los dos estaba enfermo, ha sido un día de mis vacaciones; y esto es algo que tiene que cambiar desde más arriba, no depende de mi jefe. No tiene mucha lógica que yo pueda ausentarme 3 días de mi trabajo por enfermedad sin justificante, y sin embargo si cualquiera de mis hijos, ambos menores de 3 años, se ponen malos y no pueden ir “al cole”, y obviamente necesitan quedarse en casa con algún adulto, tenga que ser a costa de mis días de vacaciones. Porque entiendo que entre mis deberes como madre está el cuidarles SIEMPRE, y si su estado de enfermedad ocasional requiere reposo domiciliario, mis deberes como madre deberían estar por encima de mis deberes como trabajadora, ¿no?. Ahí lo dejo para que se medite.

No me quiero enrollar mucho más, sólo hacer un llamamiento para que este movimiento se siga, no solo hoy, sino hasta que las cosas cambien. Para que se nos oiga. Porque como he dicho al principio, TODOS tenemos que CONCILIAR, nuestra vida familiar, con nuestra vida laboral, con hijos o sin ellos.

Así que aquí os dejo de nuevo el link donde encontraréis toda la información en el informe #CONCILIA13F.

Y unas instrucciones muy sencillas.
Imprime el cartel de arriba en blanco pinchando AQUÍ. Escribe el nombre de tu/s hij@/s, hazte una foto con él, y ponlo en todas las redes sociales que se te ocurra con la etiqueta #CONCILIA13F. En concreto la cita es hoy lunes a las 22 horas.

Desde ya, gracias por compartirlo.


¡Feliz lunes!

miércoles, 8 de julio de 2015

Vuelta de minivacaciones - zen on

Vuelta de otras minivacaciones y vuelta a la realidad, y a los 45 grados que parecen 45.000 que hace en Madrid. ¡Qué horror!

Una vez superadas las seis horas de coche, que son seis horas de bipolaridad sentada con los niños en el asiento de atrás, en las que pasan de la risa al llanto en cuestión de 30 segundos, y a la locura porque han visto un tractor, o una vaca, o un toro gigante de Osborne, o básicamente cualquier cosa de las que no ven en su entorno más de ciudad que los parquímetros. Una vez superado eso, empiezan las vacaciones, ¡yuhu!

Igual cuatro días no suenan a vacaciones de ensueño, pero cualquier cosa es bienvenida para salir un poco de la rutina, cambiar de aires, y desconectar, sobre todo desconectar. Porque en vacaciones todos nos relajamos. Creo que yo me relajo en todas mis facetas, también en mi faceta de madre; y mis hijos se relajan en su faceta de hijos, están más a su aire, salen a investigar más, me borran menos el nombre, y se pegan más carramolazos*, eso sí, pero oye, ¡es que todo no se puede tener! Y el caso es que esto, a una, de vez en cuando, le viene hasta bien, (por no decir que es más necesario que el aire que respiro).

A parte de que la vida al lado del mar, ya sea tirado en una hamaca en la playa, paseando por el paseo marítimo o  comiendo pescadito frito en cualquier chiringo, lleva otro tempo y te arrastra con él. O igual es sólo salir de la city y cambiar de aires, da igual playa que montaña, el caso es que yo he vuelto en modo zen. Parece que he estado 4 días de spa.


Y el resto del verano… pues hasta las vacas XXL en agosto tendremos que conformarnos con la piscina comunitaria, que bien nos hace el apaño para las tardes apiñados debajo de las 4 sombrillas, cotizadas a precio de caviar de beluga. Y aún no tengo plan vacacional para la tropa, ni idea de dónde vamos a ir, pero como os he dicho, estoy en modo zen, así que me la trae al pairo; ya lo pensaré.

Si se os ocurre destino de ensueño bueno, bonito y barato, (si es tipo el de la foto, mejor que mejor), ya sabéis, una servidora, es toda oídos, y las sugerencias son siempre bienvenidas, (cualquier cosa con tal de no pensar en otra cosa más). Hasta mediados de agosto, aún hay tiempo, y si decidimos a dos días, pues mira, nos gusta vivir al límite, ¡improvisación al poder! ouh yeah! 



¡Feliz (y zen) miércoles!


*Carramolazos: del “Diccionario de Carmen”, aka mi santa madre. Véase, caída, golpe, también mochazo.


jueves, 2 de julio de 2015

Faldas joya (y perdón por el retraso)

Llevo tiempo queriendo hacer un especial de faldas joya. Tanto, que ahora que lo hago me doy cuenta de que casi se están pasando ya de moda… ¡pero es que la vida no me da para más! Siii, ya sé que me quejo de vicio, que especialmente ahora me paso las tardes tirada en la piscina con los niños sin hacer ni el huevo, pero mira, qué queréis que os diga, es que mis niveles de energía están tan por los suelos con Maya pidiendo agua cada dos horas all night long, que cualquier cosa que implique un biorritmo más rápido que el de una tortuga centenaria, me supera. Y que por otro lado, el verano está para eso ¿no? Ya que de momento no tengo vacaciones, y que en Madrid rondamos los 35 grados, no me queda otra que estar livinglavidaloca tirada a la bartola en la piscina comunitaria con mis retoños. Qué se le va a hacer... 

El caso es que poco a poco he logrado ir recopilando la información que quería enseñaros, ¡y aquí está! Este especial de faldas joya, que a muchas, seguro que os chirría un poco con tanto brilli-brilli. He de decir que a mí me pasó lo mismo al principio, de hecho me compré una falda de lentejuelas de Mango con la idea de cortarla y hacerme una camiseta con bolsillo-joya DIY, que por supuesto nunca haré. ¡Y ahora resulta que hasta voy a usar la falda si me termino animando!    

En contra de lo que pueda parecer, el uso de estas faldas ya no queda relegado a días de fiesta, como podéis ver en las fotos que os traigo. Aquí tenemos un ejemplo perfecto gracias al blog “Black Dress Inspiration”, de cómo sacar dos looks totalmente distintos de una misma falda-joya. Uno de ellos es de lo más sport y el otro de lo más formal. Podéis ver todas las fotos de los dos looks aquí, y aquí


Y otra forma diferente de llevarla la tenemos en el blog “Es Cuestión de Estilo”. Las medias oscuras le dan un toque totalmente distinto. A mi me encanta el resultado. Aquí tenéis la entrada completa.   


Las chicas de “Suncoffee and Style” nos traen otra combinación con colores distintos. Como podéis ver, la clave está en equilibrar “el peso” de la falda con una parte de arriba mucho más básica, para quitarle ese aire festivo que de por si asociamos a tejidos como estos.


Para terminar os dejo con una combinación de Paula Echevarría, con zapas y camiseta de algodón blanco. Esta sin duda sería mi opción.




¿Qué os parece a vosotras? ¿Cómo la combinaríais? 

¡Feliz jueves!