El pasado finde disfrutamos
en Madrid de un día extra de descanso, (¿descanso?), con la fiesta de la
Almudena, que cayó en lunes. Así que como los que somos padres de niños
pequeños, madrugamos igual que si fuera lunes o miércoles, nos ha cundido el fin
de semana largo lo que no está escrito!
Hago una pausa aquí para que alguien me explique la razón
por la que a los niños hay que arrancarlos de la cama a las 8 menos cuarto de
la mañana entre semana, y no hay manera de que abran el ojo, y lloran y
remolonean como si los estuvieras despertando a las 5 de la mañana a toque de
corneta; y los sábados y domingos a las 7 están como clavos al pie de la cama, y
más despiertos que George Clooney en el rodaje de un anuncio de Nespresso, (What else?), reclamando actividad, actividad, actividad… y tú echando cálculos mentales de
si en algún momento de la noche has conseguido hacer un solo ciclo de sueño
completo… - La respuesta es no, deja de calcular-.
En fin, como os decía, el finde largo ha dado para mucho, y con un tiempazo que invitaba a
tirarse a la calle, no hemos querido ser menos, así que hoy os dejo con el plan
que hicimos uno de los días, apto para hacer con o sin niños: visita al
castillo de los Mendoza, en Manzanares el Real, a un paso de Madrid. Para
comer, cocido madrileño de tomapanymoja,
y para terminar paseo por el embalse de Santillana.
A la llegada a Manzanares el Real podéis dejar el coche en
uno de los aparcamientos gratuitos que quedan a la izquierda de la carretera si
llegas desde Madrid por la carretera de Colmenar. De ahí al castillo son 5
minutos andando.
El castillo de los Mendoza es un castillo-fortaleza del
siglo XV. Y es uno de los mejor conservados de España. La verdad es que está
totalmente enfocado a las visitas, que son a determinadas horas y tienen una
duración aproximadamente de una hora. Eso sí, tened en cuenta estos horarios,
porque hasta que no llega la hora, no se puede acceder al interior del
castillo, y si vais con peques, os podéis imaginar lo que puede suponer ese
rato de espera con la excitación que les produce estar en un castillo de
verdad, con princesas y dragones y todas las cosas que pasan por sus cabecitas
pensantes, y la frustración de estar en la puerta y no poder entrar… no lo
recomiendo. Otra cosa a tener en cuenta si vais con niños pequeños, es que
dejéis el carro en el guardarropa que hay en la propia taquilla. El castillo
tiene múltiples tramos de escaleras, así como una escalera de caracol bastante
estrecha, para este último tramo hay un ascensor alternativo, pero igualmente
para el resto, los peques casi mejor en mochila o a pata.
Las vistas del embalse desde el castillo son espectaculares.
Para comer, a escasos 5 minutos desde el castillo, fuimos a
Casa Marga. Una taberna de toda la vida donde
preparan el cocido de forma tradicional, en puchero de barro.
Riquísimo. Eso
sí, hay que reservar previamente. Y no comer el día de antes, porque las
cantidades son tremendas.
Para bajar el cocido, (y los postres caseros que por supuesto cayeron después), nos dimos una vuelta por el embalse de
Santillana. Los niños se lo pasaron de miedo tirando tierra y piedras al embalse.
La orilla donde estuvimos, con el nivel tan bajo, era lo más parecido a una
playa sin olas, así que no había peligro, más que de chapuzón. Yo también me lo
pasé de miedo (pero miedo del de verdad), temiendo que cualquiera de ellos se
nos fuera de cabeza al agua con el ímpetu con el que tiraban las piedras. Enzo
podría perfectamente ser piedrolari.
En resumen, ¡un día redondo! ¡Feliz viernes!
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