Mi pequeño se hace mayor. Acaba de cumplir tres años y ya
está en su “primera adolescencia”, y lo mismo está tan gracioso y ocurrente que
te lo comes a besos y abrazos, que se le tuerce el cable y mejor te vas de la
habitación porque te dan ganas de no sé ni de qué.
Ya sé que es la edad, que a todos les pasa, que es normal,
bla bla bla. Pero es agotador. Es agotador estar todo el santo día con esa
doble psicología de hacer todo de tal manera que le des la vuelta a la tortilla
para que se le olvide que se ha enfadado por literalmente cualquier cosa. Es
agotador que cuando le da el punto, su respuesta es NO! Para TODO, incluso
cuando quiere decir SI!. Se vuelve un pequeño personaje bipolar que no tiene
muy claro lo que quiere, y manifiesta su enfado en tonos de soprano y abriendo
la boca como un buzón.
Por lo general todo esto no me afecta demasiado, ya sea en
el súper mercado, en la calle, en la puerta del colegio, me da lo mismo que me
monte el pollo y a estas alturas del partido me afectan poco o nada las miradas
ajenas, especialmente las de reproche que parecen decirme “mírala, menuda
madre, que deja que su hijo llore sin parar”. Solo me quedo con las de
complicidad, las de las madres que te dicen con los ojos “a mí me ha pasado lo mismito
esta mañana porque quería la camiseta roja y yo le iba a poner la azul”.
Pues sí, le dejo llorar, le dejo llorar lo que le dé la gana
cuando se enfada en la puerta de su clase y hacemos el camino hasta el coche
aparcado en doble fila a 25 metros, yo con Maya en brazos para que no se me
escape corriendo, (doy el dato de que pesa 12 kilos), y Enzo tirándome de la chaqueta
y gritando como si le estuvieran matando. Y le dejo llorar porque después de
intentar convencerle de que esa sudadera de H&M igual que la suya, no es la
suya, sino de otro niño de la clase, (porque los 27 parecen usar las mismas sudaderas);
pero que estoy segura de que no es la suya porque esta es tan pequeña que le
queda como una torera con manga francesa, y que por toda respuesta tenga un NO,
NO, NO, NO, NOOOOOO! cada vez más en bucle, la paciencia tiene un límite, y mis
explicaciones le entran por un oído y le salen por el otro, así que no me queda
más remedio que hacer como si todo fuera normal, y continuar con la rutina.
En este caso fue llegar al coche, sentarse en su silla y ver
su coche de Rayo McQueen en el asiento y pasársele el mosqueo en dos segundos.
El otro día probé a hacer lo de ese famoso anuncio, de patatas
fritas creo que era, en el que en previsión de pollo inminente, la madre
contraataca montándole el pollo al niño en pleno súper mercado y tirándose al
suelo a patalear. Sin duda la mejor defensa es un buen ataque. Yo no me vi con
narices de tirarme al suelo del colegio el otro día, pero un par de días
después sí que me tiré al suelo de casa y me puse a imitarle. Primero se quedó
a cuadros, y luego se empezó a reír de mí directamente. Bueno, en ese momento
logré mi objetivo que era evitar el pollo y cenar en relativa calma. Otras
veces no me salgo con la mía y acabamos entrando en barrena, pero parece que
poco a poco lo vamos llevando mejor.
Después de ir el año pasado a unas charlas de lo más
interesantes de Escuela de Padres, me aprendí muy bien la lección de “las
rabietas” y parece que hay dos cosas bastante claras respecto al tema, una es
que hay que pasarlas. Aprender a gestionar la frustración que les produce a los
niños los distintos “contratiempos” que se les presentan en el camino es algo
vital. Otra es que durante las rabietas, no se puede educar, por mucho que te
empeñes en explicarle que no se grita, que no se piden las cosas así, el durante no es el tiempo adecuado para hacerlo. Después, con calma, lo que quieras.
Y a su vez hay dos vertientes bastante divergentes respecto
al tema de cómo abordarlas, (me refiero cuando ya han entrado en barrena y la “táctica
de la distracción” no ha dado el resultado esperado). Una es intentar
contenerle a base de abrazos, besos, palabras tranquilas, etc, hasta que el
tiempo pase y se tranquilice y su cerebro vuelva a hacer “click” y termine la
pataleta. Otra es dar espacio, poner distancia de por medio asegurando que allí
estaremos cuando se le pase el enfado, que mamá le espera en el salón o donde
sea para cuando él ya no esté disgustado.
En mi caso la primera nunca me ha funcionado, y en parte lo
encuentro lógico. Si yo me enfadase con una persona porque me ha hecho algo, me
parecería bien que viniera y me pidiera perdón o que me hablara un momento en
tono conciliador, y luego ya, cuando se me pasase mi mosqueo, ya iría yo a que
me dieran besos y abrazos, si me apeteciese. Pero me molestaría enormemente que
me atosigaran de esa forma mientras estuviera enfadada. Estoy enfadada y quiero
estar sola, punto, fin de la historia. Pues a Enzo le pasa un poco eso, de hecho nos dice que nos
vayamos de su habitación él mismo cuando se enfada mucho.
¿Mi consejo? como siempre digo, cada niño es un mundo y cada madre o
padre lo gestionamos lo mejor que podemos en cada situación. Lo que a mi me funciona con Enzo igual es lo contrario que me funcionará con Maya, que también apunta maneras... sobre todo, calma, porque si ya de por sí es complicado con el niño perdiendo los papeles, imaginaos el cuadro si todos acabáis igual. Y me parafraseo a mi misma más arriba, "hay que pasar por ello, es la edad, a todos les pasa, bla bla bla"... quedaros con la calma, (en la medida de lo sano y posible).
Para mí lo importante es que vamos mejorando. Él poco a poco va siendo más capaz de explicar sus enfados, de decirnos como os comentaba, que quiere estar solo; que se ha enfadado por eso, o por lo otro, o decirte incluso que “es que se ha puesto un poco nervioso”. Y poco a poco es más fácil lidiar con ellas, porque al menos sabes de dónde viene el enfado.
Para mí lo importante es que vamos mejorando. Él poco a poco va siendo más capaz de explicar sus enfados, de decirnos como os comentaba, que quiere estar solo; que se ha enfadado por eso, o por lo otro, o decirte incluso que “es que se ha puesto un poco nervioso”. Y poco a poco es más fácil lidiar con ellas, porque al menos sabes de dónde viene el enfado.
En fin… que para mí está siendo todo un ejercicio de
paciencia y mano izquierda, que a veces no sabía ni que podía llegar a tener; para los que dicen no sé muy bien basándose en qué, que yo me exalto con facilidad, JA! no me habéis visto lidiando con mi hijo, soy una balsita de aceite, (la mayoría de las veces). Por no decir que mis dotes diplomáticas están mejorando a pasos agigantados.
¿Y vosotros?, ¿cómo gestionáis las rabietas? ¡Feliz miércoles!
Jjjj Rayo McQueen hace milagros!! Pobre... seguro q el primero q lo pasa mal por no controlar las rabietas es él. Seguro q luego es tranquilote... jjj...felicidades por tu paciencia!!. Raquel
ResponderEliminarLa verdad es que es muy tranquilo, y es cierto que él mismo es el que más se frustra en estas situaciones. Así que poco a poco! no queda otra! gracias por tu comentario! ;-)
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