Parece que después de una semana, se puede decir que por fin
hemos terminado con la mudanza. ¡Qué coñazo! Uno piensa en mudanza, y se
visualiza a sí mismo haciendo cajas, moviendo cajas, tirando trastos. Pero esto
ha sido como todo eso a la enésima potencia. Como se suele decir, el parto de
la burra. No sé la cantidad de cosas que habré tirado, y he perdido la cuenta
de cuántas veces he ido al punto limpio en las últimas dos semanas, la cantidad
de ropa que he podido dar… mi filosofía ha sido, ciudad nueva, vida nueva,
cambio de aires, y reducir mi armario a lo realmente útil y necesario. Ha sido
la excusa perfecta para forzarme a tirar todos esos pantalones que tenía en lo
alto del armario “para cuando adelgace un par de kilos”, cosa altamente
improbable en un periodo de al menos un año teniendo en cuenta mi prominente
barriga de 4 meses de embarazo. Esos jerséis que nunca me ponía porque eran muy
finos, o muy gordos, o muy cortos o muy largos. Todo lo que no me he puesto en
los últimos dos años, ha pasado a mejor vida.
Y me he dado cuenta de la cantidad de cosas que 1) no sabía ni que
tenía, y 2) no me había puesto más de dos veces. ¡Pues todo fuera!
En cualquier caso he calculado bastante mal tanto el tiempo
que iba a tardar en empaquetar todo como lo que me iba a ocupar todo
empaquetado en sí, y los señores de la mudanza, muy amablemente ellos, me
dijeron según vieron el monto de cosas, que no sabía si iba a entrar todo en el
camión, yo me eché a temblar, claro, porque no es lo mismo mudarte a otro barrio
de tu ciudad, que es tan “fácil” como que el camión haga dos viajes a tu casa
nueva en vez de uno, que mudarte a 2.400 km, ahí la cosa se complica un poco.
Por suerte el “mudancero” era un experto en jugar al Tetrix
y obró un auténtico milagro para que mi vida entera cupiera en una furgoneta de
19 metros cúbicos.
Tres días después nuestras pertenencias estaban en Berlín
sanas y salvas y machoalfa se ha pegado la paliza desde entonces para
desempaquetar todo e ir acondicionando nuestro nuevo hogar.
Así que después de una semana como os comento, de locura, de
no parar, de tener a los niños colocados entre casa de los abuelos, casa de las
tías, etc, por fin pude estar con ellos y no pensar en dónde les tenía que
“colocar” al día siguiente. Los pobres estaban tan desubicados que cada vez que
me iba de la habitación venían a buscarme como si ya los hubiera vuelto a dejar
y me hubiese vuelto a ir. Me he sentido muy mala madre por no poder estar con
ellos estos días, porque bastante desubicados estaban ellos ya de por sí con
machoalfa en Berlín desde hace ya varios meses, como para que su madre
desapareciera del mapa varios días y siempre a traición. En fin, espero que no
se acuerden de esto cuando sean mayores.
Y no se si recordáis que había vuelto “al cole” con un
intensivo de alemán, bueno mejor no voy a decir mucho al respecto, salvo que no
se ni decir “no hablo ni papa de alemán” que era mi objetivo a conseguir. Vamos
a dejarlo en que con la mudanza tenía la cabeza en otra parte. Ya aprenderé
allí aunque sea a base de engancharme a novelas en la tele. Mi cabeza no ha
dado para más con tanta cosa.
Y no tengo mucha más novedad por el momento. Sólo quiero que
llegue ya la hora de volver a estar juntos, en Berlín o en la Conchinchina, que
esta situación de tránsito empieza a ser un poco pesada. Y sí, ya sé que no
queda nada, pero ¡parece que nunca llega! Desde mañana nos espera una semanita
en la playa para disfrutar sin prisas y sin tiempos que cumplir, y sin cajas
que hacer. Y sobre todo para coger todo el sol que no vamos a coger en el
próximo año. Y el día 30 ponemos rumbo a nuestra nueva vida. Así que entre tanto,
para llevarlo mejor, me comeré todos los espetos que me quepan entre pecho y
espalda y un kilo de berenjenas con miel al día, para subir el nivel de
endorfinas, más que nada, y por supuesto siempre a vuestra salud.
¡Feliz (hoy no sé ni qué día es)!
Pásalo genial y a por los espetos!!! :-)
ResponderEliminarTu si que sabesss!!!jaja Bon apetit!!🍴😘😘
ResponderEliminarTe deseo lo mejor en esa semana de vacaciones y lo mejor en Berlín.
ResponderEliminarLas sardinas son sanísimas y las berenjenas también, así que a ello como si no hubiera un mañana.
Besos mil.