Uno de septiembre. Empieza la vida después de la buena vida,
la de las vacaciones, la de dormir dos y tres horas de siestas todos los días,
la de disfrutar del sol, los paseos junto al mar, la comida rica y sin prisas,
vivir sin la necesidad de comprobar el reloj para ver si los niños se tienen
que acostar, que mañana tienen cole; y leer, y no me refiero a leer dos páginas
quedándome medio dormida, sino LEER. ¡Un libro en una semana!, que para muchos
puede sonar a chiste, pero para mí es inaudito con los enanos, y realmente lo echaba
de menos… ¿qué os voy a contar que no sepáis?
Reconozco que una parte de mi desearía eso a todas horas. Otra,
teniendo en cuenta la realidad de que no vivo en la costa, sino en Madrid, me
dice bien clarito –Oye, tú, deja de flipar, que sabes perfectamente que si
vivieras ociosamente metida en casa con los niños 24 horas al día, te volverías
cucu en una semana-. Y tiene toda la
razón del mundo. Porque las vacaciones son eso, vacaciones. Las disfrutas y las
exprimes al máximo porque sabes que son finitas, y cortas. Pero una servidora
necesita volver a su rutina, con horarios, con conversaciones adultas, al menos
unas horas al día; y con la prole metida en la cama a las 8 de la tarde para
tener un ratito (corto), de vida
marital. Ya estamos de vuelta, ¡bienvenido septiembre! Esa rutina de la que
tanto me quejaba en mi anterior post, (aquí). ¡Si es que una no sabe ni lo que
quiere!
Los últimos quince días, aparte de lo que os comentaba en el
primer párrafo, han dado para mucho, sobre todo mucho pensar. Siento dejaros
con la miel en los labios, pero hasta aquí puedo leer, o mejor dicho, escribir.
El resto, próximamente.
Lo que sí puedo contaros es la sensación de satisfacción con
la que estoy desde hace una semana, cuando di ese primer paso hacia el
emprendimiento. Una toma de contacto que me sirvió para centrar las ideas que
yo tenía apelotonadas en mi cabeza, organizarme, y coger toneladas de fuerzas y
energía para seguir avanzando. He leído muchos blogs y artículos de gente que
habla de su nueva vida después de emprender; de su empresa, de su proyecto, con
el cariño con el que una madre habla de sus hijos, y me he dado cuenta de que
yo misma hablo de ello sintiéndolo así, porque en cierta medida esto es como un
hijo más, nace de ti, se gesta dentro de ti, y tú le ayudas a desarrollarse y a
crecer. De momento falta mucho para eso, digamos que aún estoy de unas pocas semanas,
por seguir con el símil. Pero la ilusión es igualmente inmensa.
Así que empezamos septiembre con las pilas cargadas, con
esta carrerilla que he cogido que me hace sentirme imparable, y con esta foto
de las vacaciones. Como no, la playa.
¡Feliz martes!
Qué ilusión da poder emprender!!! ya nos contarás....qué emoción!!!
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