Llevo varios días dándole vueltas a este post, no es un post
gracioso, no es un post simpaticón, para leer en cinco minutos rápidos, y a
medida que escribo sigo sin tener muy claro cómo abordarlo, sin saber cómo
volcar todo esto que llevo dentro desde que hace tres semanas se me partiera el
corazón al ver la foto, esa dichosa foto, que no pienso poner aquí, porque
todos sabemos de qué foto hablo. Un niño en la playa, que no está haciendo un
castillo, no está bañándose en el mar, o corriendo para que las olas no lo
alcancen. Esa foto.
He visto esa foto tres veces. Las tres veces he llorado
visualizando a mis hijos en esa situación. A moco tendido, cada vez más que la
vez anterior, sin saber qué hacer ni como parar de llorar. Con una sensación de
pena y de injusticia que me reconcome y con la que no sé muy bien como
convivir.
Personas contadas por cientos de miles que intentan salir de
un país porque lo único que les queda, que es su vida, corre peligro. Leí
declaraciones de algún insensato diciendo que el padre de la criatura había
sido avaricioso y por eso su hijo estaba muerto en esa playa. Valiente
mamarracho. Dudo mucho que la avaricia me llevara a meter a mis hijos de tres
años en una barcaza atestada para cruzar un mar sin chalecos salvavidas, sin
nada más que el miedo a que me matasen lo que más quiero en esta vida.
Oigo opiniones dispares, gente que quiere ayudar pero que no
quiere que de repente haya 50.000 personas más intentando conseguir un trabajo
con lo poco que hay ya en España. Otros dicen abiertamente que vienen a
robarnos el trabajo. Como si fueran a quitarte a ti de tu puesto de trabajo de
una patada en el culo para dárselo a un refugiado según entrase por la
frontera. Quizá es así, quizá aquí ya “somos muchos”, pero por un momento sólo,
si somos capaces de ponernos en su pellejo, si somos capaces de atisbar lo que
debe ser el horror cuando lo tienes delante, no me digáis que no correríais con
lo puesto y pondríais tierra, mar o lo que sea de por medio. Imaginad que en el
siguiente país os reciben con alambradas de espinos, como si fueseis
criminales; con gases lacrimógenos y disparos de pelotas de goma, como si
fueseis unos vándalos liándola parda en alguna manifestación. Y tú con tu bebé
de cinco días que ha nacido en una barcaza que ha tenido suerte y ha llegado a
tierra. O con tus niños en brazos andando durante kilómetros para llegar al
siguiente país.
Quizá como madre ver esta cruda realidad me afecta más, al
fin y al cabo la guerra lleva ya varios años y parece que nos acordamos todos
ahora de los refugiados Sirios. Puede ser, el caso es que algo ha hecho “click”
por fin en nuestras cabezas. Aunque el detonante haya sido esa foto dantesca
que ahora todos tenemos grabada a fuego.
Como decía un chaval en un video que ha dado la vuelta al
mundo, “Yo no quiero estar aquí, lo que quiero es que acaben la guerra para
poder volver a mi país”. Por supuesto todo empieza por acabar esa maldita
guerra que como muchas otras ya dura demasiado tiempo. Y aquí es cuando nos
damos de boca contra los putos intereses políticos y económicos de los jefes
del mundo. Que injusto. Menudo mundo de mierda es a veces éste en el que
vivimos.
Por suerte cuando algo nos da una hostia de realidad tan
grande, también saca lo mejor de nosotros, nuestra solidaridad y empatía más inmensas.
Parece que lo peor de unos seres humanos hace aflorar lo mejor de otros. Qué
ironía.
El caso es que surgen movimientos de ayuda, apoyo,
iniciativas solidarias para recaudar fondos, y demás, para que esa gente que
está yendo de un lado a otro, tenga unas condiciones un poco menos duras al
llegar al siguiente campamento, o a la siguiente estación de tren, o al país
que lo acoja. O medicamentos en una ciudad donde se destruye lo destruido cada
día, o simplemente mantas para no morir de frío.
En este caso os hablo de varias iniciativas que me han
encantado.
La primera es En tu Piel, llevada a cabo por El Club de las
Malasmadres, que junto con Cenas Adivina y El Taller de las Cosas Bonitas, han
creado el primer reto #entupielRefugiado para ayudar a los refugiados de Siria.
La cita es el día 3 de octubre en Grey Elephant, Madrid, con talleres
infantiles, charlas y un mercadillo benéfico (donde además de caer en alguna
tentación, puedes donar aquella chaqueta que te compraste y que aún cuelga en
una percha en el fondo de tu armario con la etiqueta puesta). Todo lo recaudado
irá a CEAR (Comisión Española de Ayuda al Refugiado). Puedes comprar tu entrada
a través de la página Ticketea. Y si no puedes venir puedes hacer tu pequeña colaboración
comprando tu entrada en fila cero. Aquí os dejo el programa para el evento.
La segunda es a través de La Casa de Carlota, un estudio de
diseño genial donde los haya, en cuya tienda sus productos sirven para ayudar a
muchos, entre ellos a los refugiados, a través de esta camiseta con la Bandera
de los Refugiados, del proyecto Citizen Refugees Project, con la colaboración
de Save the Children.
Por otro lado, ilustradores varios se han puesto también manos a la obra
(de arte) para traernos distintas láminas cuyos beneficios también irán destinados
a los refugiados. Esta de Hermano Gato (10€), o esta otra
descargable de El Perro de Papel (5 €) son preciosas.
Y por último esta iniciativa me ha parecido muy curiosa, La Manta de la Vida, que cuenta ya con más de 2.000 personas que tejen
voluntariamente mantas para enviar a Siria de cara al invierno.
Me despido con la definición de “Refugiado” según la Convención
sobre el Estatuto de los Refugiados:
"Una
persona que, debido a un miedo fundado de ser perseguido por razones de raza,
religión, nacionalidad, membresía de un grupo social o de opinión política en
particular, se encuentra fuera de su país de nacimiento y es incapaz, o, debido
a tal miedo, no está dispuesto a servirse de la protección de aquel país; o de
quien, por no tener nacionalidad y estar fuera del país de su antigua
residencia habitual como resultado de tales eventos, es incapaz, debido a tal
miedo, de estar dispuesto a volver a éste".
Resumiendo en tres palabras, personas con miedo.
Ayudémoslas. Porque por suerte cada aportación, ayuda, por muy insignificante
que la creamos.
Granito a granito se hace una montaña.
¡Feliz viernes!
esa foto se me ha quedado grabada a fuego. ojalá dejemos a nuestros hijos un mundo donde no haya que salir huyendo de casa en mitad de la noche.
ResponderEliminargran post, como siempre!!!
Muchas gracias Almu, por leerme y comentar siempre. Pues si, esperemos que no sigamos esta tónica de ir a peor, y seamos capaces de inculcar a nuestros hijos valores para que no repitan los errores del pasado. Mira que me pongo seria a veces eh! ;-) besos!
EliminarTotalmente de acuerdo con tus palabras y como persona y madre me pongo en el lugar de esas familias desesperadas yy cualquier iniciativa me parece estupenda.
ResponderEliminarGracias por comentar Marta! está claro, y aunque parezcan pequeñas cosas, y pensemos que con 10, 15 € que cuesta una lámina, no hacemos nada, 10€ de mucha gente suman una gran ayuda, que por desgracia es tan necesaria... Besos!
Eliminar